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Juan Román Riquelme y los hunos

Corría el año 452, Atila el rey de los hunos bajaba muñecos por Europa y su siguiente destino era Roma y no para ir a tirar monedas en la Fontana di Trevi, que por otra parte todavía no existía.

La cuestión es que el emperador de turno vio cómo venía la mano, se declaró en quite de colaboración y empezó a tomar prudente distancia de los hunos, por lo que el Papa León I acompañado por un par de cardenales decidió bancar los trapos, esperó a Atila y su inmensa y brutal horda en un puente en Mantua y le pidió que volviera a Hungría. Por sorpresa el intratable huno le hizo caso y retrocedió por lo que ese suceso histórico fue revestido de un carácter prodigioso y reflejado siglos más tarde en majestuoso fresco de Rafael.

Más mil años después, el Papa que frenó a Atila y salvó a Roma fue canonizado y a partir de ese momento fue San León Magno, patrono de los quilombos. “Cuando hay un bardo grande como una invasión alemana, rusa o norteamericana y no hay mucho para defenderse, una buena táctica defensiva es prenderle velas a San León Magno. No hay datos de que haya funcionado pero en estas situaciones extremas cualquier recurso el válido”, señala el teólogo Tomás de Aquino Jr.

Unos 1.500 años después y a miles de kilómetros del milagroso suceso de Mantua, la sorprendente escena de una horda brava que recula por la acción de un individuo solitario vuelve a ocurrir, pero en una platea de un estadio de fútbol de Argentina y en pleno siglo 21. Fue el miércoles pasado en cancha de Newell’s en Rosario y el prodigio tuvo como protagonista al presidente de Boca, Juan Román Riquelme, quien logró detener a la brutal barra brava de su club que había destruido la tranquera que la mantenía contenida en una cabecera del estadio y avanzaba velozmente a enfrentarse con sus pares no menos feroces de Gimnasia y Esgrima La Plata.

Una delgada línea de policías era lo único que se interponía entre ambas hinchadas, como una lánguida feta de bondiola entre dos panes estaba claro que la iban a pasar por arriba pero fue entonces que apareció Riquelme y con su mano extendida logró detener el avance de los hinchas al pronunciar la frase “vade retro”. Las imágenes no permiten ver por donde apareció (aparentemente se materializó en el lugar del incidente) pero sí está claro que produjo una calma inmediata, sobre todo luego de que abrazó a uno de los más enfurecidos barras que encabezaba el ataque que se tranquilizó de inmediato, agachó la cabeza mansamente y depuso su actitud violenta. El sujeto ya no sentía odio por los hinchas rivales sino misericordia.

Tomás de Aquino Jr. considera que esta escena del Riquelme con el hincha se emparenta más con el encuentro de San Francisco de Asís con lobo de Gubbio fiera que en la base de su pirámide alimentaria tenía a los aldeanos de esa comarca italiana hasta que el santo fue a su encuentro con la frase “ven aquí hermano lobo” y el intratable animal se le acercó mansamente, se echó a sus pies y no volvió a probar carne humana.

Mientras el fútbol le agradece a Riquelme haber evitado una vergonzosa batalla campal de consecuencias imprevisibles por su magnitud, investigaciones periodísticas señalan que el enfrentamiento entre las hinchadas habría surgido por una discusión de tránsito debida a que uno de los atestados colectivos con hinchas platenses que se dirigía a Rosario se detuvo en la banquina de la autopista porque 112 de sus 150 pasajeros pidieron bajar a orinar. Sin embargo, al realizar la detención el chofer habría olvidado poner la luz de guiño indicando la maniobra lo que enfureció a barras bravas xeneizes que iban atrás en otro colectivo y que como es sabido tienen tolerancia cero a las infracciones de tránsito. Se produjo entonces un fuerte cruce de palabras entre las barras porque aparentemente el bus platense también había pasado un semáforo en rojo unos kilómetros antes.

La discusión continuó en el estadio porque los hinchas de Boca calificaban a sus pares platenses de “asesinos al volante”, de “no respetar la vida” y los amenazaban con denunciarlos para que les quiten puntos del Scoring por conducción irresponsable mientras sus rivales platenses los trataban de “vigilantes”. La discusión fue subiendo de tono hasta llegar al borde del enfrentamiento cuerpo a cuerpo que finalmente no fue pero que constituyó un duro golpe a la campaña para el regreso de las dos hinchadas a las canchas iniciada por la Asociación Argentina del Hincha Visitante, entidad sin fines de lucro que considera que sus afiliados son discriminados en cada fecha de cada campeonato al no permitírseles ingresar a los estadios.

“Los visitantes estamos condenados a ver los partidos por televisión y por eso solicitamos que al menos se nos haga una rebaja en el pack fútbol”, señalaron directivos de la entidad que ven más cercano el Juicio Final que su ingreso a los estadios.

​La Voz

​Corría el año 452, Atila el rey de los hunos bajaba muñecos por Europa y su siguiente destino era Roma y no para ir a tirar monedas en la Fontana di Trevi, que por otra parte todavía no existía.La cuestión es que el emperador de turno vio cómo venía la mano, se declaró en quite de colaboración y empezó a tomar prudente distancia de los hunos, por lo que el Papa León I acompañado por un par de cardenales decidió bancar los trapos, esperó a Atila y su inmensa y brutal horda en un puente en Mantua y le pidió que volviera a Hungría. Por sorpresa el intratable huno le hizo caso y retrocedió por lo que ese suceso histórico fue revestido de un carácter prodigioso y reflejado siglos más tarde en majestuoso fresco de Rafael.Más mil años después, el Papa que frenó a Atila y salvó a Roma fue canonizado y a partir de ese momento fue San León Magno, patrono de los quilombos. “Cuando hay un bardo grande como una invasión alemana, rusa o norteamericana y no hay mucho para defenderse, una buena táctica defensiva es prenderle velas a San León Magno. No hay datos de que haya funcionado pero en estas situaciones extremas cualquier recurso el válido”, señala el teólogo Tomás de Aquino Jr.Unos 1.500 años después y a miles de kilómetros del milagroso suceso de Mantua, la sorprendente escena de una horda brava que recula por la acción de un individuo solitario vuelve a ocurrir, pero en una platea de un estadio de fútbol de Argentina y en pleno siglo 21. Fue el miércoles pasado en cancha de Newell’s en Rosario y el prodigio tuvo como protagonista al presidente de Boca, Juan Román Riquelme, quien logró detener a la brutal barra brava de su club que había destruido la tranquera que la mantenía contenida en una cabecera del estadio y avanzaba velozmente a enfrentarse con sus pares no menos feroces de Gimnasia y Esgrima La Plata.Una delgada línea de policías era lo único que se interponía entre ambas hinchadas, como una lánguida feta de bondiola entre dos panes estaba claro que la iban a pasar por arriba pero fue entonces que apareció Riquelme y con su mano extendida logró detener el avance de los hinchas al pronunciar la frase “vade retro”. Las imágenes no permiten ver por donde apareció (aparentemente se materializó en el lugar del incidente) pero sí está claro que produjo una calma inmediata, sobre todo luego de que abrazó a uno de los más enfurecidos barras que encabezaba el ataque que se tranquilizó de inmediato, agachó la cabeza mansamente y depuso su actitud violenta. El sujeto ya no sentía odio por los hinchas rivales sino misericordia.Tomás de Aquino Jr. considera que esta escena del Riquelme con el hincha se emparenta más con el encuentro de San Francisco de Asís con lobo de Gubbio fiera que en la base de su pirámide alimentaria tenía a los aldeanos de esa comarca italiana hasta que el santo fue a su encuentro con la frase “ven aquí hermano lobo” y el intratable animal se le acercó mansamente, se echó a sus pies y no volvió a probar carne humana.Mientras el fútbol le agradece a Riquelme haber evitado una vergonzosa batalla campal de consecuencias imprevisibles por su magnitud, investigaciones periodísticas señalan que el enfrentamiento entre las hinchadas habría surgido por una discusión de tránsito debida a que uno de los atestados colectivos con hinchas platenses que se dirigía a Rosario se detuvo en la banquina de la autopista porque 112 de sus 150 pasajeros pidieron bajar a orinar. Sin embargo, al realizar la detención el chofer habría olvidado poner la luz de guiño indicando la maniobra lo que enfureció a barras bravas xeneizes que iban atrás en otro colectivo y que como es sabido tienen tolerancia cero a las infracciones de tránsito. Se produjo entonces un fuerte cruce de palabras entre las barras porque aparentemente el bus platense también había pasado un semáforo en rojo unos kilómetros antes.La discusión continuó en el estadio porque los hinchas de Boca calificaban a sus pares platenses de “asesinos al volante”, de “no respetar la vida” y los amenazaban con denunciarlos para que les quiten puntos del Scoring por conducción irresponsable mientras sus rivales platenses los trataban de “vigilantes”. La discusión fue subiendo de tono hasta llegar al borde del enfrentamiento cuerpo a cuerpo que finalmente no fue pero que constituyó un duro golpe a la campaña para el regreso de las dos hinchadas a las canchas iniciada por la Asociación Argentina del Hincha Visitante, entidad sin fines de lucro que considera que sus afiliados son discriminados en cada fecha de cada campeonato al no permitírseles ingresar a los estadios.“Los visitantes estamos condenados a ver los partidos por televisión y por eso solicitamos que al menos se nos haga una rebaja en el pack fútbol”, señalaron directivos de la entidad que ven más cercano el Juicio Final que su ingreso a los estadios. 

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