Murió el visionario que hizo una obra donde no había nada y hoy es un gran oasis
La historia de Mirko Cvjetanovic, un pionero en la producción nacido en Derventa, entonces parte del Reino de Yugoslavia, allá por 1929, quedará en las familias santacruceñas. La semana pasada, el productor, que murió a los 95 años por causas naturales, fue despedido con innumerables muestras de respeto y admiración por parte de las entidades agropecuarias de la provincia.
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Su infancia estuvo marcada por la espera y la separación: junto a su madre y sus dos hermanos, vivió en la pequeña aldea de Pucisca, en la isla de Brac (hoy convertida en Croacia), mientras su padre, que había emigrado a la Patagonia argentina, ahorraba el dinero necesario para reunir a la familia. Finalmente, en Puerto San Julián, Santa Cruz, Mirko vio a su padre esperando en la playa. Aquel reencuentro marcó el inicio de una nueva era para la familia Cvjetanovic en un remoto confín del mundo. Hoy, son referentes en la producción ganadera en esa región.
Hay que ir a 1936, con la historia de Nikola, su padre, quien motivado por la necesidad de brindar educación a sus hijos, ayudó a fundar la Escuela Hogar Nº 1 en Lago Posadas, donde Mirko fue uno de los primeros alumnos. Con esfuerzo, el joven aprendió el español y desarrolló un profundo amor por su nueva tierra, un sentimiento que lo acompañaría toda su vida.
En 1940, luego de años de trabajo, Nikola logró cumplir su sueño de comprar una propiedad en la región: la Estancia El Correntoso, en la costa del lago Ghio. Entonces, Mirko convertido en adolescente, comenzó a ayudar a su padre en el establecimiento. A lo largo de los años, el joven colaboró en la construcción de la casa familiar, el galpón y otras instalaciones, y trabajó incansablemente para acondicionar las tierras.
Con el paso del tiempo, Mirko asumió la administración de la estancia, transformando el agreste paisaje patagónico. Uno de sus logros más destacados fue la excavación de un canal de riego, obra que inició junto a su padre y finalizó tras su muerte en 1964. Gracias a su trabajo, la estancia prosperó, convirtiéndose en un oasis productivo en medio de la aridez de Santa Cruz. Casado con Nélida Mendoza tuvo cinco hijos.
En rigor, sus hijos hoy cuentan que le llevó 18 años de aplicación, tiempo en el que afrontó numerosos obstáculos y dificultades que el terreno escarpado le oponía. Fue ese tiempo el que tuvo que pasar para avanzar los aproximadamente 11 kilómetros que fueron necesarios para llevar el agua hasta su objetivo. Este trabajo, iniciado a pico y pala, con el auxilio de un nivel de carpintero, en lugares en los que para la gran mayoría y aún para los técnicos parecen imposibles. Además, con la idea de aprovechar el agua para el riego en el trayecto, generó con esto un cambio radical en el paisaje que fue mutando poco a poco de agreste a un verde inesperado.
En la región dicen que su obra lo hizo leyenda y, sin quererlo, lo transformó en ejemplo y referencia de trabajo en la provincia de Santa Cruz. Decidido a generar pasturas para sus animales, Cvjetanovic probó con un sin número de semillas con la esperanza de verlas brotar, generando mallines que hoy, parecen naturales al ojo del visitante que, luego de transitar cientos de kilómetros por un paisaje desértico, se encuentra de pronto con su oasis.
Empeñado en preparar el terreno para sembrar alfalfa, juntó a mano las piedras y, desparramando paso a paso las semillas, consiguió ver brotar su alfalfa. Como una forma de inculcar el amor a la tierra, la responsabilidad y el trabajo como un valor, la familia regaba a baldes de agua las pasturas. Lo mismo hacían con la recolección de los rollos. Trabajó en el campo hasta casi sus 80 años, conservando el aplomo de un hombre curtido por el rigor del clima y el esfuerzo.
Su legado hoy está a cargo de sus hijos, quienes recuerdan que su padre estuvo siempre para ayudar a quienes lo necesitaban. Lo recuerdan inteligente como pocos, supo ser quien solucionara un sin número de dificultades mecánicas a los lugareños en un territorio en el que las distancias son enormes. El productor dicen que era estudioso autodidacta, sorprendía por su sapiencia al visitante ocasional y fue de gran ayuda a los investigadores por su natural curiosidad y dominio de las características de la flora y la fauna del lugar. Llevaba el registro de las precipitaciones desde temprana edad y permitió con ello tener una información inesperada a los estudiosos del tema. La Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz le hizo una despedida.
LA NACION