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Racing campeón: Santiago Sosa como líbero y N° 5, la revolución de los laterales y un ataque directo demoledor

Racing campeón de la mano de Gustavo Costas, el gran artífice de un equipo que se edificó desde las características individuales para tratar de defender lo mejor posible colectivamente pero sin dejar de arriesgar en ataque, donde fue letal desde un estilo voraz. Así ganó 3-1, se consagró ante Cruzeiro, en Asunción, y conquistó su cuarto título internacional luego de 36 años.

Si algo caracterizó al Racing de Gustavo Costas fueron las participaciones ofensivas de todos, pero sobre todo de los laterales: Gabriel Martirena hizo dos goles en 16 minutos en Paraguay, aunque apenas le cobraron uno. El uruguayo rompe líneas como un alfil ya sea para finalizar las jugadas con un remate directo (como en el tanto anulado antes de los tres minutos) como para asistir con un centro preciso o… convertir con un centro que se le metió por la espalda a Cassio.

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Ataque directo II: lanzamiento de Santiago Sosa de zurda, con su pie menos hábil, para el pique de Salas y un centro para “tomá y hacelo” de Maravilla Martínez, que fusiló a Cassio. Si a Cruzeiro le costaba defender en el retroceso, cuando le caen las pelotas de manera directa a las espaldas de los centrales, la Academia siente todo lo contrario: festeja cada lanzamiento directo, cada ataque con transiciones a velocidad luz. En la primera etapa tuvo una posesión del 31% pero controló el desarrollo de principio a fin.

Una de las claves en el equipo de Racing es Santiago Sosa: el exmediocampista central de River llegó a pedido de Costas como 5, pero es líbero, volante central, 9, juega de todo. Entiende tácticamente los conceptos generales para aplicar en cada acción. Y es -justamente- la bandera del equipo, el corazón que grafica los sistemas tácticos: si se mete entre los centrales, el equipo de Costas juega 3-4-1-2 o 3-4-3 (como lo hizo este sábado en Asunción, con Juanfer Quintero recostado como un falso wing derecho). Si se adelanta como 5, cambia al dibujo 4-3-3. Incluso esto lo hace durante los partidos. No se ata a una sola estructura, va analizando las necesidades.

Pero sobre todo Sosa es el “equilibrista” que hace “volar” a los laterales. Cuando él se queda como el primer socio de Di Cesare y García Basso, tanto Martirena como Gabriel Rojas se transforman, casi al mismo tiempo, en volantes ofensivos que presionan alto, que roban, que triangulan y pisan el área atacando el espacio (”llegar es mejor que estar”). Porque no importa quién juegue. El tema es el estilo. Así como Costas generó un contagio positivo en los jugadores, el despliegue de los futbolistas fabricó una energía luminosa en los hinchas, casi una religión paralela.

No hay que olvidarse que Racing venía de ganarle a San Lorenzo 2-1 en el Nuevo Gasómetro con dos goles de cabeza de Facundo Mura, que arrancó como lateral/carrilero por la izquierda y finalizó por la derecha. Uno de los tantos fue tras un centro desde la izquierda de Gabriel Rojas, el otro lateral titular que había ingresado para refrescar las bandas. Este sábado, Rojas participó hasta en la elaboración de las jugadas preparadas de tiro libre.

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No es que Sosa nunca se equivoca. Justo venía de fallar conceptualmente en el nacimiento de la jugada que finalizó en el gol de Cuello para el Ciclón: se entretuvo con la pelota en lugar de tocar rápido tras la recuperación, no la sacó del “barullo” y de ese contraataque agarraron mal parado al fondo académico. Y en Paraguay lo anticipó Kaio Jorge, de cabeza, en la jugada del descuento. Pero luego salvó lo que hubiera sido el empate en una pelota parada con un cruce muy bueno al córner.

La presencia de Sosa, un 5 como los de antes, también le permite a Costas ubicar por delante otros mediocampistas de corte más ofensivo como Agustín Almendra y Juan Nardoni. Sosa entiende el juego. Así lo dejó en claro sobre el final del primer tiempo en Paraguay, cuando hizo amonestar a Lucas Romero mientras intentaba hilvanar un contraataque desde el círculo central.

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El ataque directo de Racing es demoledor. Lo hizo durante todo el ciclo Costas. No sólo por el entendimiento entre Maxi Salas y Maravilla Martínez, sino porque la Academia logró llevar peligro hasta con un lanzamiento largo del arquero Arias. Cruzeiro defendió mano a mano atrás y cada pique de sus delanteros podía terminar en chances de gol. Pero los dos principales referentes del ataque de Racing (por más que también están Roger Martínez, Carbonero, Vietto, Santiago Solari o Urzi) se sienten identificados con sus carreras y disfrutan de su hora de gloria. A ninguno se le caen los anillos si tienen que “ir por afuera” para que el gol lo haga su compañero “llegando por adentro”. Así fue el gol del 2-0, una fórmula que por ser clásica no deja de generar dividendos.

El ingreso de Roger Martínez le dio la explosión final con ese contraataque letal (cuándo no), el que desató el llanto de Costas, el artífice de un grupo que jugó con el corazón en la mano y que logró ser un equipo que defendió con tenacidad y nunca dejó de atacar hasta lograr el gran objetivo: ser campeón.

LA NACION

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