La Niña y un extremo: temen “efectos indeseados” por una alta energía atmosférica y el repentino calentamiento oceánico
En apenas un mes, las proyecciones climáticas dieron un giro significativo que trae tanto alivio como preocupación para el sector agropecuario argentino. Según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), la probabilidad de un evento “Niña” para diciembre se redujo del 71% al 57%. En lugar de que sea moderada, ahora se proyecta una “neutralidad fría”. Este cambio es una buena noticia para la campaña agrícola de verano. Sin embargo, también implica un mayor riesgo de eventos climáticos extremos debido a la alta energía atmosférica y el calentamiento oceánico.
“Las proyecciones de los organismos internacionales siguen indicando un leve enfriamiento del Pacífico Ecuatorial Central, pero la influencia proyectada por los modelos para el evento ‘Niña’ es cada vez menos significativa, tanto en severidad como en duración”, señaló el climatólogo Alfredo Elorriaga en declaraciones para el informe de la BCR.
Elorriaga detalló que hubo cambios en el comportamiento de los vientos alisios durante el último mes, lo que impactó en las proyecciones climáticas: “Cuando son muy fuertes arrastran agua hacia Australia y dejan de alguna forma ‘descubierta’ agua más profunda que es más fría. Precisamente, lo que pasó fue lo contrario, disminuyeron su intensidad y volvemos a hablar de un mayor calentamiento en la superficie del océano”.
Este fenómeno se evidencia en las anomalías de temperaturas a nivel planetario. Según Elorriaga, entre el 6 y el 21 de noviembre, las temperaturas en la zona denominada “Niño 3.4″, que son “clave” para el seguimiento de estos fenómenos, registraron “un incremento muy importante”. Incluso, indicó, en este momento hay una alerta en las costas de Perú por fuertes vientos y lluvias derivadas del mayor calentamiento.
La variabilidad de las condiciones climáticas a corto plazo ha generado inquietud entre los expertos. En ese sentido, explicó que el fenómeno del ENSO es un indicador muy robusto de largo plazo, muy seguido por los mercados, precisamente porque, entre otros factores, considera la inercia térmica propia de las temperaturas oceánicas. “Las variaciones en menores periodos de tiempo que estamos viendo, sumada a la mayor energía disponible, agregan incertidumbre a la evaluación de largo plazo, volviendo un poco menos predecible el comportamiento de los modelos climáticos”, dijo.
Si bien aclaró que esto no invalida poder hacer pronósticos a futuro, “obliga a un seguimiento detallado”. A principios de 2024 se esperaba una de las “Niñas” más importantes desde 2000. Sin embargo, hoy los datos sugieren que el fenómeno será menos severo y de menor duración. “La actualización de la NOAA redujo la probabilidad de ‘Niña’ para diciembre, lo que significa que casi no habrá efectos adversos sobre las lluvias en ese mes. Sin embargo, el pronóstico se mantiene para enero y febrero de 2025”, explicó el climatólogo.
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La disminución de la intensidad de “La Niña” es una buena noticia para los cultivos de verano en la Argentina, especialmente para el maíz y la soja, que dependen de lluvias oportunas en ese momento. No obstante, Elorriaga enfatizó que este debilitamiento no está exento de consecuencias negativas. “Es ingenuo pensar que no existen los efectos de acción y reacción y que esto no va a generar otro tipo de efectos indeseados”, advirtió Elorriaga.
El experto puso como ejemplo la situación en China, donde las altas temperaturas están afectando la producción de papa. “Por ejemplo, en China, por los altos valores de temperaturas, está habiendo problemas en la producción de papa, lo que los lleva a cambiar la forma de producción”, dijo. Estos cambios abruptos y rápidos en el clima global muestran cómo la variabilidad climática afecta no solo a la Argentina, sino a muchos otros sectores agrícolas en el mundo.
En relación a los efectos negativos del debilitamiento de “La Niña”, Elorriaga explicó que, si bien la situación actual puede aliviar los problemas climáticos locales, los fenómenos disruptivos son una amenaza cada vez más real. “Probablemente vamos a tener mayor frecuencia de fenómenos disruptivos o eventos de tiempo extremo. Temperaturas más altas que lo normal en la superficie del océano Pacífico o en el Atlántico aportan más combustible para que se formen tormentas potencialmente más violentas”, detalló el climatólogo.
LA NACION