Notre Dame se reabre: un sueño medieval que desafía al tiempo
Maurice de Sully era un humilde hijo de campesinos que llegó a convertirse en obispo de París en 1160. Del tamaño de ese salto cuántico de su historia personal eran también sus deseos: quería construir la catedral más grande del mundo.
Ganada la confianza de su antiguo compañero de estudio, el rey Luis VII, obtuvo el apoyo para darle forma a su idea de restaurar el poder de una Iglesia roída por cismas y herejías propias y ajenas.
El papa Alejandro III colocó la primera piedra en 1163, y Sully no llegó a ver la finalización de la obra, en 1345.
La catedral se llamó Notre Dame, en honor a la Virgen María.
Desde entonces y hasta convertirse en la tercera de estilo gótico más grande del mundo –después de la de Colonia, en Alemania, y el Duomo de Milán–, nueve siglos de historia pasaron como un vendaval sobre esa estructura.
El 8 de diciembre será reinaugurada por el presidente Emmanuel Macron, tras cinco años de trabajos para restaurarla, luego del incendio del 15 de abril de 2019 que puso en riesgo su estructura interna.
El año anterior a ese incendio que casi la destruye, Notre Dame había recibido 12 millones de visitantes.
Depósito de vinos y trono
Cuatro años después de su triunfo, en 1793, la Revolución francesa abolió el culto católico y convirtió a Notre Dame en un “templo del raciocinio”, dedicado a la diosa Razón. Las estatuas de reyes y de santos fueron decapitadas.
Como las celebraciones a esta nueva diosa se hacían al aire libre, en cualquier lugar, Notre Dame fue abandonada y se convirtió un depósito de vino para el ejército.
La catedral volvió a figurar en la agenda política en 1804, cuando Napoleón la eligió para coronarse emperador.
Hubo que correr los toneles y limpiar toda la mugre y, de paso, expropiar y demoler las casas de los vecinos para poner en su lugar tribunas desde las que el pueblo pudiera apreciar el evento.
Las paredes del edificio se blanquearon con cal y se decoraron con nuevos tapices.
La ceremonia duró tres horas el 2 de diciembre de 1804, bajo un frío demencial.
Vuelta al medioevo
En 1831, el escritor francés Víctor Hugo inmortalizó la catedral en su novela Nuestra Señora de París, la historia de un jorobado –Quasimodo–, una mujer gitana –Esmeralda– y el archidiácono Claude Frollo (en 1996, Disney contribuyó a su popularidad mundial con la película El jorobado de Notre Dame).
La novela fue clave para que se tomara conciencia del estado de abandono y destrucción en el que se encontraba la catedral, lo que llevó a que en 1834 se creara el servicio de monumentos históricos, que comenzó una restauración del edificio –con técnicas medievales– que duró 20 años, hasta el 15 de diciembre de 2019, cuando el incendio casi arrasa con todo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio se salvó raspando: el general alemán Dietrich von Choltitz desobedeció la orden de Hitler de destruir la ciudad antes de entregarla a los aliados, en 1944.
Restauración de 700 millones de euros
La proporción áurea es una de las maravillas de la arquitectura de la catedral: sus dos torres miden 68 metros y tienen 387 escalones cada una.
Uno de los elementos más característicos, las gárgolas, no son sólo un adorno estético, sino que sirven para proteger al edificio cuando llueve, al evitar que el agua caiga por las paredes y dañe la piedra.
De las 10 campanas, la más grande es la única que no fue destruida en la Revolución francesa: pesa más de 13 toneladas.
También hay tres órganos, uno de los cuales –de 1401– conserva tubos de origen medieval.
La reforma iniciada en 2020 costó 700 millones de euros. En su realización, participaron más de 250 empresas.
El principal responsable es el arquitecto Philippe Villeneuve, orgulloso de ser el responsable de la reconstrucción de la icónica aguja.
La renovación interior del mobiliario litúrgico buscó respetar la esencia del edificio de 850 años, hecho principalmente de piedra.
¿Un respiro para Macron?
La ceremonia del 8 de diciembre será un respiro para el cascoteado Emmanuel Macron, quien sufre los embates de un Parlamento en el que a duras penas conserva una mayoría relativa.
La frágil coalición construida tras perder varios escaños en las elecciones parlamentarias de 2022 pende de un hilo.
Hace pocos días, los legisladores de la oposición lograron aprobar una moción de censura con el intento de derrocar al primer ministro de Macron, Michel Barnier, a sólo tres meses de su mandato.
La imposibilidad de aprobar el presupuesto es en estos días el símbolo de la crisis política, fruto de ese Parlamento desintegrado, y de la que muchos responsabilizan al presidente.
El domingo 8 de diciembre, Notre Dame volverá a ser escenario de la historia política.
La Voz