Los adornos por el piso
¿Acaso hay polvo de hadas en el aire? ¿o simplemente es la alergia que despierta el polvo que larga el Árbol de Navidad, que estuvo guardado todo el año resistiendo con aguante la humedad? ¡Momento! ¿se percibe un cosquilleo que atraviesa el ser? ¿o está pisando descalzo una de las bolas de plástico que se cayó del árbol hasta abajo de la mesa?
Llega el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen, donde se conmemoran dos milagros: la concepción sin pecado original y que el armado del árbol de Navidad con toda la familia alrededor no termine a las piñas. Porque Dios tiene sentido del humor y decidió que el día sea feriado para que todos opinen, comenten, critiquen y metan mano en esa construcción colectiva que estará en el medio del living juntando tierra hasta que lleguen los reyes.
Las películas le mostraron al mundo que en Estados Unidos el árbol de Navidad se va a comprar a un lugar que vende pinos naturales. Pero en la Argentina no. Acá el árbol de Navidad está guardado durante todo el año en el placard de las escobas, en el altillo, abajo de la cama o en el garage. Y si uno piensa que talar un pino para decorar la casa por unos meses es anti ecológico tiene toda la razón. Lo mejor es apelar a los árboles artificiales, hechos de policloruro de vinilo, que le dan ese toque plástico a la llegada de Papá Noel. ¿Es usted un entusiasta de las Fiestas? Entonces puede comprar la versión blanca de ese árbol de plástico. No importa que viva en Villa Soldati, Lomas de Zamora o Quilmes: dése el gusto y cómprese el total white tree para sentir, al menos en su corazón, que nevó.
Para sumarle más hartazgo al final del año, hay que empezar enfrentando al peor enemigo de todos los tiempos: la base del árbol. Ese juego de fierros retorcidos, con un aro metálico en el que deben ser encastrados, le arruinará el feriado mientras se repite: “¿Cómo va? Si yo el año pasado lo armé”. Así luchará hasta que finalmente logre algo decente para apoyar el árbol con aviso familiar incluido: “No lo toquen que se cae”.
Mientras tanto sigue la mentira. Porque Hollywood siempre mostró que en Estados Unidos arman los árboles mientras miran en la CBS especiales para hacer un pavo asado bien dorado o escuchando villancicos. En la Argentina no, todo lo contrario: la banda sonora de fondo es el noticiero -que recorre verdulerías para ver dónde venden el kilo de cebollas más barato- o la elección musical del vecino, que puso Los Palmeras a todo volumen para darle ese toque mágico al Día de la Virgen. El famoso “Noche de paz, noche de amor” es reemplazado por: “Ella tiene un bombón asesino, ese bombón bien latino, con ese bombón casamiento…”.
Decorar el árbol es como jugar al Tetris de los colores, porque la caja de adornos es el resultado de veinte años de comprar bolas de plástico, papá noeles de tela, guirnaldas, estrellas con brillantina y moños de diferentes tonos. En el imaginario popular, el árbol de Navidad es dorado como el de Susana Giménez en los 90 o todo rojo, como el de Mi Pobre Angelito. Pero la realidad es que el suyo quedará parecido a una camiseta de fútbol del ascenso. ¿Quiere pasar el fin de año con los bomberos? Puede envolver su obra de arte con las luces navideñas. El milagro de Navidad será que no se queme la casa. Para coronarlo, en la punta se le puede poner un pico de plástico adornado con brillantina, un moño de seda o la factura de Metrogas (quizás en una de esas Papá Noel la ve y la paga).
Finalmente, el árbol estará listo, el camino mágico de la Navidad empezará a trazarse y la felicidad de la época alcanzará a todos en la familia. Sí, incluso al perro, que cuando vea el árbol armado solo podrá pensar: “Por fin pusieron baño adentro”.
LA NACION