Talleres y sus contrastes: el mensajes de los hinchas luego de caer ante Newell’s
Talleres transitaba una final que hace mucho tiempo no vivía y los hinchas matadores lo sabían. Por eso, aquellos que no pudieron dar el presente en el Kempes, se autoconvocaron en el Club Olmos, al frente del histórico shopping, para vivir la definición de la Liga Profesional y teñir de azul y blanco la estrellada noche de domingo en el centro cordobés.
Antes del comienzo del complemento, como es de costumbre, las corridas de grupos de jóvenes llamaron la atención de todos. Más allá de esto, nada pasó a mayores.
El ambiente era festivo, música, banderas, y hasta fuegos artificiales dieron la nota; pero se disiparon por momentos cuándo los goles leprosos empezaron a llegar. Así, los hinchas ya se empezaban a poner nerviosos, más de lo que estaban. “Lo vamos a ganar, lo vamos a ganar”, eran algunas de las frases de fe que se escuchaban. Casi como un manotazo de ahogado, cuya única función era la del autoconvencimiento.
Los fuertes contrates se hicieron presentes en centro de la ciudad. Por un lado los niños saltando, gritando y no queriendo mirar el partido; eran la cara de ansiedad y el fanatismo juvenil. Mientras que por el otro, se asomaba en el medio de toda la montonera un hombre mayor cuya ansiedad brillaba por su ausencia; con las manos atrás y mirando el partido, de su boca salió una frase que lo resumió todo: “Y no queda otra”, una clara demostración de experiencia y tranquilidad; casi como si su amor por Talleres estuviera llena de callos y… ¿Qué le hace una mancha más al tigre?
Otra fuerte contraparte se vivió a 20 metros de la concentración matadora. Porque los hinchas eran la euforia del lugar, el color que le daba vida al domingo; mientras que en simultáneo las clases de salsa para parejas mayores no se dejaron intimidar por el fervor del momento.
La imagen era conmovedora. De un lado de la verdea, una pareja abrazada mirando el partido y moviéndose al ritmo de “dale, dale, T”; y por el otro, individuos cuya única necesidad era la de cerrar los ojos, acercarse a su pareja y entrelazar los pies.
Con el 2-1 a favor de la Lepra, la gente seguía cantando y alentado. Parecía que ya no importaba el resultado de Vélez ante Huracán, lo que le sacaba la chances de ser campeones; sino que los hinchas querían cerrar el año con un triunfo. En ese momento era lo único que importaba, terminar con la cabeza arriba. Más allá del 3-1, muchos hinchas albiazules así lo hicieron.
Apenas terminó el encuentro, las caras hablaban por si solas. Gente llorando, mirando para abajo y con las manos en la cabeza, pero rescatando lo bueno. “Tristeza porque no se dio el resultado, merecíamos más. El año que viene vamos con todo. Vamos Talleres”, fueron las palabras de un hincha notablemente conmovido.
De a poco, como en el Kempes, las personas empezaron a desalojar el lugar antes de que termine el encuentro y con la suerte ya echada. Con el pitido final del árbitro, los últimos que quedaron dijeron: “Morimos parados, peleamos como guerreros. Salimos segundos, pero con la frente bien alta. Dimos lo que teníamos que dar, porque somos Córdoba. Córdoba es pueblo guerrero, peleamos hasta la muerte”.
“Salimos segundos, significa que somos el segundo equipo más grande de Argentina”, agregó el seguidor albiazul.
Más allá de la tristeza, el hincha demostró que estará siempre, en las buenas y en las malas. “Me llevo un poco de tristeza pero para jugar una final hay que llegar a una. Estoy re contenta con Talleres. Mi amor por Talleres no va a cambiar y en el próximo partido voy a ir a la cancha, como siempre”, dijo una mujer cuya pasión albiazul superaba más que un mal partido ante la Lepra.
La visión positiva, al parecer, fue mayoritaria pero otros hinchas contrastaron al no sentirse representados con el equipo. “Tienen que poner más hue… Les faltó un poco más”, dijo un padre y su hijo con la bandera de la “T” puesta sobre sus hombros.
Algunas postales del momento
La Voz
Talleres transitaba una final que hace mucho tiempo no vivía y los hinchas matadores lo sabían. Por eso, aquellos que no pudieron dar el presente en el Kempes, se autoconvocaron en el Club Olmos, al frente del histórico shopping, para vivir la definición de la Liga Profesional y teñir de azul y blanco la estrellada noche de domingo en el centro cordobés.Antes del comienzo del complemento, como es de costumbre, las corridas de grupos de jóvenes llamaron la atención de todos. Más allá de esto, nada pasó a mayores.El ambiente era festivo, música, banderas, y hasta fuegos artificiales dieron la nota; pero se disiparon por momentos cuándo los goles leprosos empezaron a llegar. Así, los hinchas ya se empezaban a poner nerviosos, más de lo que estaban. “Lo vamos a ganar, lo vamos a ganar”, eran algunas de las frases de fe que se escuchaban. Casi como un manotazo de ahogado, cuya única función era la del autoconvencimiento.Los fuertes contrates se hicieron presentes en centro de la ciudad. Por un lado los niños saltando, gritando y no queriendo mirar el partido; eran la cara de ansiedad y el fanatismo juvenil. Mientras que por el otro, se asomaba en el medio de toda la montonera un hombre mayor cuya ansiedad brillaba por su ausencia; con las manos atrás y mirando el partido, de su boca salió una frase que lo resumió todo: “Y no queda otra”, una clara demostración de experiencia y tranquilidad; casi como si su amor por Talleres estuviera llena de callos y… ¿Qué le hace una mancha más al tigre?Otra fuerte contraparte se vivió a 20 metros de la concentración matadora. Porque los hinchas eran la euforia del lugar, el color que le daba vida al domingo; mientras que en simultáneo las clases de salsa para parejas mayores no se dejaron intimidar por el fervor del momento.La imagen era conmovedora. De un lado de la verdea, una pareja abrazada mirando el partido y moviéndose al ritmo de “dale, dale, T”; y por el otro, individuos cuya única necesidad era la de cerrar los ojos, acercarse a su pareja y entrelazar los pies.Con el 2-1 a favor de la Lepra, la gente seguía cantando y alentado. Parecía que ya no importaba el resultado de Vélez ante Huracán, lo que le sacaba la chances de ser campeones; sino que los hinchas querían cerrar el año con un triunfo. En ese momento era lo único que importaba, terminar con la cabeza arriba. Más allá del 3-1, muchos hinchas albiazules así lo hicieron.Apenas terminó el encuentro, las caras hablaban por si solas. Gente llorando, mirando para abajo y con las manos en la cabeza, pero rescatando lo bueno. “Tristeza porque no se dio el resultado, merecíamos más. El año que viene vamos con todo. Vamos Talleres”, fueron las palabras de un hincha notablemente conmovido.De a poco, como en el Kempes, las personas empezaron a desalojar el lugar antes de que termine el encuentro y con la suerte ya echada. Con el pitido final del árbitro, los últimos que quedaron dijeron: “Morimos parados, peleamos como guerreros. Salimos segundos, pero con la frente bien alta. Dimos lo que teníamos que dar, porque somos Córdoba. Córdoba es pueblo guerrero, peleamos hasta la muerte”.“Salimos segundos, significa que somos el segundo equipo más grande de Argentina”, agregó el seguidor albiazul.Más allá de la tristeza, el hincha demostró que estará siempre, en las buenas y en las malas. “Me llevo un poco de tristeza pero para jugar una final hay que llegar a una. Estoy re contenta con Talleres. Mi amor por Talleres no va a cambiar y en el próximo partido voy a ir a la cancha, como siempre”, dijo una mujer cuya pasión albiazul superaba más que un mal partido ante la Lepra.La visión positiva, al parecer, fue mayoritaria pero otros hinchas contrastaron al no sentirse representados con el equipo. “Tienen que poner más hue… Les faltó un poco más”, dijo un padre y su hijo con la bandera de la “T” puesta sobre sus hombros.Algunas postales del momento