La ciencia, otra víctima del fuego cruzado entre Israel e Irán
La ciencia, históricamente ligada al desarrollo y el bienestar de las sociedades, se ha convertido en blanco directo de la escalada bélica entre Israel e Irán. En un conflicto cada vez más abierto y alarmante, los ataques no sólo alcanzan objetivos militares o estratégicos, sino también a los cerebros y las infraestructuras dedicadas al conocimiento.
A lo largo de los años, decenas de científicos nucleares iraníes han sido asesinados en atentados atribuidos a Israel. Ahora, la respuesta llegó con un misil iraní que impactó en el prestigioso Instituto Weizmann de Ciencias, símbolo del progreso científico israelí, causando graves daños a sus laboratorios.
La sombra de esta disputa sobre el mundo académico es larga y dolorosa. Desde 2010, Israel emprendió una campaña sistemática para frenar el programa nuclear iraní, apuntando no sólo a sus instalaciones, sino a sus impulsores: científicos, ingenieros y académicos que encabezaron el desarrollo nuclear en la República islámica. Entre ellos, Fereydoun Abbasi-Davani, quien lideró la Organización de Energía Atómica de Irán, y Mohammad Mehdi Tehranchi, físico teórico y presidente de universidades de alto nivel. Otros como Ahmadreza Zolfaghari Daryani, decano de la Facultad de Ciencias Nucleares en la Universidad Shahid Beheshti, y Seyed Amirhossein Feghi, especialista en aplicaciones de la radiación, integran la extensa lista de académicos asesinados.
Desmantelar es la consigna
También fueron blanco figuras como Ali Shamkhani, exsecretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, y científicos clave como Motalibizadeh o Ahmad Reza Zolfaghari, editor jefe de una prestigiosa revista científica. Israel procuró de este modo desmantelar el progreso nuclear iraní atacando sus pilares humanos. A esta estrategia se sumaron atentados recientes contra instalaciones como Natanz, centro neurálgico del programa nuclear iraní.
La guerra en la sombra dio paso a un enfrentamiento abierto. En los últimos ataques tácticos, Israel lanzó una serie de bombardeos que provocaron la muerte de varios científicos y militares iraníes, intensificando el conflicto. Como respuesta, Irán disparó el jueves un misil que alcanzó el Instituto Weizmann, ubicado en Rehovot. El impacto, si bien no causó víctimas fatales, dejó tras de sí una devastación simbólica y material: laboratorios arrasados, equipos destruidos y años de investigación perdidos.
“El laboratorio en el que trabajé durante 16 años ha desaparecido completamente”, lamentó el profesor Oren Schuldiner, experto en neurociencia molecular. En su laboratorio se criaban miles de moscas genéticamente modificadas, utilizadas en estudios sobre el desarrollo del sistema nervioso y enfermedades como el autismo o la esquizofrenia. Todo ese trabajo, comentó a Associated Press, “ya no existe”.
La joya de la corona
Fundado en 1934, el Instituto Weizmann ha sido un faro de la investigación científica mundial. En su historia se han formado premios Nobel, construido la primera computadora de Israel y colaborado en descubrimientos fundamentales en biología, química y física. El ataque, además de causar daños materiales significativos, envió un mensaje inquietante: en esta guerra, también la ciencia puede ser objetivo militar.
“Se las arreglaron para dañar la joya de la corona de la ciencia en Israel”, dijo Schuldiner. Y no se trató de un hecho aislado. En 2023, las autoridades israelíes desarticularon una red de espionaje iraní que planeaba asesinar a un científico del Weizmann. Aunque el complot fue frustrado, dejó en claro que el conocimiento también puede ser blanco de la geopolítica.
Yoel Guzansky, experto en Irán del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, interpreta el ataque como un acto simbólico: “Ustedes dañan a nuestros científicos, nosotros también dañamos a los suyos”. Si bien el Instituto Weizmann tiene vínculos con el sector defensa, su carácter es eminentemente académico, lo que refuerza la dimensión trágica de la agresión. “Este fue el trabajo de toda una vida para muchas personas”, lamentó Sarel Fleishman, profesor de bioquímica. “Algunos laboratorios fueron literalmente diezmados”, lamentó.
El conflicto entre Israel e Irán, está claro, dejó de ser sólo una lucha por el poder militar o la influencia regional. El fuego cruzado también golpea a la ciencia, la investigación y el desarrollo tecnológico. En un momento en que el mundo necesita más conocimiento para enfrentar crisis como el cambio climático, las pandemias o la innovación energética, los ataques a laboratorios y a científicos significan un retroceso global.
Hoy, tanto en Teherán como en Tel Aviv, la ciencia está bajo fuego. Universidades y centros de investigación de ambos países están perdiendo mucho más que infraestructura: por imperio de la violencia, se esfuman décadas de trabajo, generaciones de conocimiento acumulado y años de investigaciones delicadas.
La ciencia, históricamente ligada al desarrollo y el bienestar de las sociedades, se ha convertido en blanco directo de la escalada bélica entre Israel e Irán. En un conflicto cada vez más abierto y alarmante, los ataques no sólo alcanzan objetivos militares o estratégicos, sino también a los cerebros y las infraestructuras dedicadas al conocimiento. A lo largo de los años, decenas de científicos nucleares iraníes han sido asesinados en atentados atribuidos a Israel. Ahora, la respuesta llegó con un misil iraní que impactó en el prestigioso Instituto Weizmann de Ciencias, símbolo del progreso científico israelí, causando graves daños a sus laboratorios.La sombra de esta disputa sobre el mundo académico es larga y dolorosa. Desde 2010, Israel emprendió una campaña sistemática para frenar el programa nuclear iraní, apuntando no sólo a sus instalaciones, sino a sus impulsores: científicos, ingenieros y académicos que encabezaron el desarrollo nuclear en la República islámica. Entre ellos, Fereydoun Abbasi-Davani, quien lideró la Organización de Energía Atómica de Irán, y Mohammad Mehdi Tehranchi, físico teórico y presidente de universidades de alto nivel. Otros como Ahmadreza Zolfaghari Daryani, decano de la Facultad de Ciencias Nucleares en la Universidad Shahid Beheshti, y Seyed Amirhossein Feghi, especialista en aplicaciones de la radiación, integran la extensa lista de académicos asesinados.Desmantelar es la consignaTambién fueron blanco figuras como Ali Shamkhani, exsecretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, y científicos clave como Motalibizadeh o Ahmad Reza Zolfaghari, editor jefe de una prestigiosa revista científica. Israel procuró de este modo desmantelar el progreso nuclear iraní atacando sus pilares humanos. A esta estrategia se sumaron atentados recientes contra instalaciones como Natanz, centro neurálgico del programa nuclear iraní.La guerra en la sombra dio paso a un enfrentamiento abierto. En los últimos ataques tácticos, Israel lanzó una serie de bombardeos que provocaron la muerte de varios científicos y militares iraníes, intensificando el conflicto. Como respuesta, Irán disparó el jueves un misil que alcanzó el Instituto Weizmann, ubicado en Rehovot. El impacto, si bien no causó víctimas fatales, dejó tras de sí una devastación simbólica y material: laboratorios arrasados, equipos destruidos y años de investigación perdidos.“El laboratorio en el que trabajé durante 16 años ha desaparecido completamente”, lamentó el profesor Oren Schuldiner, experto en neurociencia molecular. En su laboratorio se criaban miles de moscas genéticamente modificadas, utilizadas en estudios sobre el desarrollo del sistema nervioso y enfermedades como el autismo o la esquizofrenia. Todo ese trabajo, comentó a Associated Press, “ya no existe”.La joya de la corona Fundado en 1934, el Instituto Weizmann ha sido un faro de la investigación científica mundial. En su historia se han formado premios Nobel, construido la primera computadora de Israel y colaborado en descubrimientos fundamentales en biología, química y física. El ataque, además de causar daños materiales significativos, envió un mensaje inquietante: en esta guerra, también la ciencia puede ser objetivo militar.“Se las arreglaron para dañar la joya de la corona de la ciencia en Israel”, dijo Schuldiner. Y no se trató de un hecho aislado. En 2023, las autoridades israelíes desarticularon una red de espionaje iraní que planeaba asesinar a un científico del Weizmann. Aunque el complot fue frustrado, dejó en claro que el conocimiento también puede ser blanco de la geopolítica.Yoel Guzansky, experto en Irán del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, interpreta el ataque como un acto simbólico: “Ustedes dañan a nuestros científicos, nosotros también dañamos a los suyos”. Si bien el Instituto Weizmann tiene vínculos con el sector defensa, su carácter es eminentemente académico, lo que refuerza la dimensión trágica de la agresión. “Este fue el trabajo de toda una vida para muchas personas”, lamentó Sarel Fleishman, profesor de bioquímica. “Algunos laboratorios fueron literalmente diezmados”, lamentó.El conflicto entre Israel e Irán, está claro, dejó de ser sólo una lucha por el poder militar o la influencia regional. El fuego cruzado también golpea a la ciencia, la investigación y el desarrollo tecnológico. En un momento en que el mundo necesita más conocimiento para enfrentar crisis como el cambio climático, las pandemias o la innovación energética, los ataques a laboratorios y a científicos significan un retroceso global.Hoy, tanto en Teherán como en Tel Aviv, la ciencia está bajo fuego. Universidades y centros de investigación de ambos países están perdiendo mucho más que infraestructura: por imperio de la violencia, se esfuman décadas de trabajo, generaciones de conocimiento acumulado y años de investigaciones delicadas. La Voz