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Reseña: Agua negra, de Joyce Carol Oates

La obra de la prolífica estadounidense Joyce Carol Oates (1938) tiene una poderosa vertiente gótica, en la que diversas fuerzas empujan las tramas a inevitables cataclismos. La novelista, sin embargo, también es hábil de reflejos en términos temáticos: cada tanto, algunos de sus libros diseminan esa angustia en historias con anclaje real. En Blonde (2000), por ejemplo, el objeto era la vida de Marilyn Monroe.

La breve Agua negra (1992), una de sus novelas más celebradas, toma como inspiración un caso noticioso, escandaloso en su momento, actual en su resonancia: el accidente que en 1969 le costó la vida a la secretaria del senador demócrata Edward Kennedy, cuando el auto en que viajaban los dos cayó al agua.

La novela no es la simple transposición de esa tragedia. Lo que más le importa a la autora es el punto de vista, en este caso el de la protagonista femenina atrapada en ese auto inmerso en aguas pantanosas. Como en algunas novelas de Faulkner, los pensamientos de Kelly se entreveran, oscilando entre la esperanza de ser rescatada por su acompañante –el senador innominado al que acaba de conocer en una fiesta– y los flashbacks sobre su vida. Lo barroso impregna esa tercera persona que integra parte del monólogo entrecortado de la muchacha al tiempo que algunas frases repetidas (“¿Voy a morir? ¿Así… de este modo?”) puntúan su desesperación como un mantra. Agua negra pinta un mundo donde la oscuridad del poder y la fragilidad de sus víctimas (no casualmente femenina) se traduce en un gótico de otro orden, tenebrosamente real.

Agua negra

Joyce Carol Oates

Fiordo

Trad: M. Serra Ramoneda

146 páginas

$ 28.000

​La obra de la prolífica estadounidense Joyce Carol Oates (1938) tiene una poderosa vertiente gótica, en la que diversas fuerzas empujan las tramas a inevitables cataclismos. La novelista, sin embargo, también es hábil de reflejos en términos temáticos: cada tanto, algunos de sus libros diseminan esa angustia en historias con anclaje real. En Blonde (2000), por ejemplo, el objeto era la vida de Marilyn Monroe.La breve Agua negra (1992), una de sus novelas más celebradas, toma como inspiración un caso noticioso, escandaloso en su momento, actual en su resonancia: el accidente que en 1969 le costó la vida a la secretaria del senador demócrata Edward Kennedy, cuando el auto en que viajaban los dos cayó al agua.La novela no es la simple transposición de esa tragedia. Lo que más le importa a la autora es el punto de vista, en este caso el de la protagonista femenina atrapada en ese auto inmerso en aguas pantanosas. Como en algunas novelas de Faulkner, los pensamientos de Kelly se entreveran, oscilando entre la esperanza de ser rescatada por su acompañante –el senador innominado al que acaba de conocer en una fiesta– y los flashbacks sobre su vida. Lo barroso impregna esa tercera persona que integra parte del monólogo entrecortado de la muchacha al tiempo que algunas frases repetidas (“¿Voy a morir? ¿Así… de este modo?”) puntúan su desesperación como un mantra. Agua negra pinta un mundo donde la oscuridad del poder y la fragilidad de sus víctimas (no casualmente femenina) se traduce en un gótico de otro orden, tenebrosamente real.Agua negraJoyce Carol OatesFiordoTrad: M. Serra Ramoneda146 páginas$ 28.000  LA NACION