Escala la tensión regional por avance de buques de EE.UU.
El envío de tres destructores de la Marina de Estados Unidos hacia aguas cercanas a Venezuela reaviva la tensión política y militar en el Caribe. Donald Trump aseguró que la operación busca combatir a los carteles latinoamericanos de la droga, pero desde Caracas y sus aliados regionales denuncian que se trata de una maniobra encubierta para presionar al gobierno de Nicolás Maduro.
El Departamento de Defensa informó que los buques USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson –todos con capacidad de portar hasta 96 misiles– permanecerán en la zona “por varios meses” como parte de un despliegue calificado de “antinarcóticos”. La medida ocurre en un momento en el que Trump intensifica su discurso contra el mandatario venezolano, a quien acusa de dirigir el llamado Cartel de los Soles.
El diario La República destacó que la magnitud del operativo supera los antecedentes inmediatos en la región, incluso la invasión estadounidense a Granada en 1983 y la operación Causa Justa en Panamá en 1989. Con base en registros militares, el medio subrayó que uno de los navíos, el USS Sampson, había participado recientemente en la incautación de 600 kilos de cocaína en el Canal de Panamá, lo que refuerza la narrativa oficial de Washington sobre la amenaza del narcotráfico.
No obstante, el mismo periódico advirtió que el poderío de estas embarcaciones excede los requerimientos de un simple operativo antidroga, pues cuentan con sistemas ofensivos capaces de neutralizar en minutos bases aéreas y navales. De esa manera, el mensaje hacia Caracas se interpreta también como un gesto de presión política y militar.
Al respecto, el especialista militar Manfred Grauthoff, en una entrevista con Noticias Caracol, consideró que se trata del mayor despliegue de la Marina estadounidense en el Caribe en décadas. “Un solo destructor de la clase Arleigh Burke puede inutilizar la infraestructura militar de Venezuela en cuestión de minutos”, advirtió el experto, recordando que la Armada venezolana atraviesa una crisis profunda: submarinos obsoletos, falta de mantenimiento en buques y escaso entrenamiento en aguas profundas.
Grauthoff sostuvo que, aunque la operación se presenta como un esfuerzo antidrogas, en la práctica responde al objetivo de aumentar la presión sobre Maduro y reforzar la percepción de que Venezuela se ha convertido en un “Estado narcoterrorista”.
Rechazo
La Cancillería venezolana rechazó el despliegue militar y lo calificó como una “amenaza sin sustento”. Nicolás Maduro anunció ayer la activación de 4,5 millones de milicianos para enfrentar una eventual “agresión externa”, aunque expertos relativizan la capacidad real de esa fuerza civil.
El rechazo también se hizo sentir en el ámbito regional. En una cumbre virtual de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), mandatarios de Cuba, de Nicaragua, de Bolivia y de San Vicente y las Granadinas denunciaron que la operación “disfrazada de lucha antidrogas” constituye una violación flagrante del derecho internacional y de la soberanía venezolana.
“Estamos viviendo una coyuntura de frenesí enloquecido, en la que se lanzan amenazas por todos lados”, declaró Maduro durante la reunión, mientras que el presidente boliviano, Luis Arce, enfatizó que “la verdadera seguridad no se construye con buques de guerra, sino con más justicia social e integración regional”.
A todo esto, desde Washington, la Administración de Control de Drogas (DEA) respaldó la narrativa oficial de la Casa Blanca. El director del organismo, Terry Cole, afirmó que Venezuela colabora con guerrillas colombianas como el ELN y las disidencias de las Farc para enviar “cantidades récord de cocaína” a carteles mejicanos que luego trafican hacia Estados Unidos.
“Venezuela se ha convertido en un estado narcoterrorista. La corrupción del régimen de Maduro permite que toneladas de droga crucen cada año hacia nuestro país, lo que mata a cientos de miles de estadounidenses”, declaró Cole a Fox News.
El funcionario añadió que, pese a los refuerzos fronterizos, en lo que va de 2025 se han incautado más cargamentos que en años anteriores y advirtió un incremento en la llegada de metanfetaminas y de fentanilo.
Escalada
Analistas internacionales coinciden en que el trasfondo de la operación parece claro: además de frenar el narcotráfico, la Casa Blanca busca cercar a Maduro en un año marcado por una escalada de sanciones y acusaciones judiciales. Hace unos días, Trump duplicó la recompensa por la captura del mandatario venezolano a U$S 50 millones, consolidando su discurso de que Caracas opera como un “cartel criminal”.
Los gobiernos aliados de Venezuela, entre ellos Cuba, Nicaragua y Bolivia, consideran que el despliegue militar amenaza con desestabilizar aún más a la región. Incluso desde Colombia, el presidente Gustavo Petro alertó que una eventual invasión convertiría a Venezuela “en otra Siria” y arrastraría a su propio país a un conflicto de graves proporciones.
El envío de tres destructores de la Marina de Estados Unidos hacia aguas cercanas a Venezuela reaviva la tensión política y militar en el Caribe. Donald Trump aseguró que la operación busca combatir a los carteles latinoamericanos de la droga, pero desde Caracas y sus aliados regionales denuncian que se trata de una maniobra encubierta para presionar al gobierno de Nicolás Maduro.El Departamento de Defensa informó que los buques USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson –todos con capacidad de portar hasta 96 misiles– permanecerán en la zona “por varios meses” como parte de un despliegue calificado de “antinarcóticos”. La medida ocurre en un momento en el que Trump intensifica su discurso contra el mandatario venezolano, a quien acusa de dirigir el llamado Cartel de los Soles.El diario La República destacó que la magnitud del operativo supera los antecedentes inmediatos en la región, incluso la invasión estadounidense a Granada en 1983 y la operación Causa Justa en Panamá en 1989. Con base en registros militares, el medio subrayó que uno de los navíos, el USS Sampson, había participado recientemente en la incautación de 600 kilos de cocaína en el Canal de Panamá, lo que refuerza la narrativa oficial de Washington sobre la amenaza del narcotráfico.No obstante, el mismo periódico advirtió que el poderío de estas embarcaciones excede los requerimientos de un simple operativo antidroga, pues cuentan con sistemas ofensivos capaces de neutralizar en minutos bases aéreas y navales. De esa manera, el mensaje hacia Caracas se interpreta también como un gesto de presión política y militar.Al respecto, el especialista militar Manfred Grauthoff, en una entrevista con Noticias Caracol, consideró que se trata del mayor despliegue de la Marina estadounidense en el Caribe en décadas. “Un solo destructor de la clase Arleigh Burke puede inutilizar la infraestructura militar de Venezuela en cuestión de minutos”, advirtió el experto, recordando que la Armada venezolana atraviesa una crisis profunda: submarinos obsoletos, falta de mantenimiento en buques y escaso entrenamiento en aguas profundas.Grauthoff sostuvo que, aunque la operación se presenta como un esfuerzo antidrogas, en la práctica responde al objetivo de aumentar la presión sobre Maduro y reforzar la percepción de que Venezuela se ha convertido en un “Estado narcoterrorista”.Rechazo La Cancillería venezolana rechazó el despliegue militar y lo calificó como una “amenaza sin sustento”. Nicolás Maduro anunció ayer la activación de 4,5 millones de milicianos para enfrentar una eventual “agresión externa”, aunque expertos relativizan la capacidad real de esa fuerza civil.El rechazo también se hizo sentir en el ámbito regional. En una cumbre virtual de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), mandatarios de Cuba, de Nicaragua, de Bolivia y de San Vicente y las Granadinas denunciaron que la operación “disfrazada de lucha antidrogas” constituye una violación flagrante del derecho internacional y de la soberanía venezolana.“Estamos viviendo una coyuntura de frenesí enloquecido, en la que se lanzan amenazas por todos lados”, declaró Maduro durante la reunión, mientras que el presidente boliviano, Luis Arce, enfatizó que “la verdadera seguridad no se construye con buques de guerra, sino con más justicia social e integración regional”.A todo esto, desde Washington, la Administración de Control de Drogas (DEA) respaldó la narrativa oficial de la Casa Blanca. El director del organismo, Terry Cole, afirmó que Venezuela colabora con guerrillas colombianas como el ELN y las disidencias de las Farc para enviar “cantidades récord de cocaína” a carteles mejicanos que luego trafican hacia Estados Unidos.“Venezuela se ha convertido en un estado narcoterrorista. La corrupción del régimen de Maduro permite que toneladas de droga crucen cada año hacia nuestro país, lo que mata a cientos de miles de estadounidenses”, declaró Cole a Fox News. El funcionario añadió que, pese a los refuerzos fronterizos, en lo que va de 2025 se han incautado más cargamentos que en años anteriores y advirtió un incremento en la llegada de metanfetaminas y de fentanilo.EscaladaAnalistas internacionales coinciden en que el trasfondo de la operación parece claro: además de frenar el narcotráfico, la Casa Blanca busca cercar a Maduro en un año marcado por una escalada de sanciones y acusaciones judiciales. Hace unos días, Trump duplicó la recompensa por la captura del mandatario venezolano a U$S 50 millones, consolidando su discurso de que Caracas opera como un “cartel criminal”.Los gobiernos aliados de Venezuela, entre ellos Cuba, Nicaragua y Bolivia, consideran que el despliegue militar amenaza con desestabilizar aún más a la región. Incluso desde Colombia, el presidente Gustavo Petro alertó que una eventual invasión convertiría a Venezuela “en otra Siria” y arrastraría a su propio país a un conflicto de graves proporciones. La Voz