Con más poderío naval, Trump aumenta la presión contra Maduro
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio un nuevo paso en su estrategia de presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro al ordenar el despliegue del crucero de misiles guiados USS Lake Erie y el submarino nuclear USS Newport News en aguas del Caribe, frente a las costas de Venezuela. La medida, confirmada por el Pentágono, se suma a la presencia ya consolidada de unos cuatro mil marines, destructores de la clase Arleigh Burke y un escuadrón anfibio, en una operación que Washington justifica con el argumento de la lucha contra el narcotráfico.
Según fuentes de defensa citadas por CNN y The New York Times, la misión, que se prolongará durante varios meses, tiene como objetivo “interrumpir rutas críticas del crimen organizado transnacional”. Además de la fuerza naval, participan aviones de patrulla P-8 Poseidon en tareas de inteligencia y vigilancia. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, defendió la iniciativa como parte de las atribuciones constitucionales de las Fuerzas Armadas en la lucha contra actividades ilícitas.
Sin embargo, la magnitud del operativo y su ubicación estratégica vuelven a situar a Venezuela en el centro de una pulseada política que trasciende el argumento del narcotráfico. Analistas advierten que la presencia de un submarino nuclear y de buques de misiles guiados constituye un mensaje directo al Palacio de Miraflores, en un contexto de tensiones crecientes entre Caracas y Washington.
Un conflicto con historia
La decisión de Trump reactiva un viejo capítulo de su política exterior. Durante su primer mandato (2017-2021), el entonces presidente republicano apostó abiertamente por un cambio de gobierno en Venezuela, apoyando al opositor Juan Guaidó y considerando incluso una intervención militar. Con su asesor John Bolton, impulsó sanciones severas sobre el sector petrolero y ofreció 15 millones de dólares de recompensa por la captura de Maduro, acusado de liderar el “Cártel de los Soles”.
La apuesta culminó en el fallido alzamiento del 30 de abril de 2019, cuando Guaidó intentó movilizar tropas en Caracas con apoyo de Washington. El fracaso de aquella intentona marcó el inicio del declive político del opositor y dejó a Trump con una estrategia debilitada. Pocos meses después, Bolton fue despedido y el presidente mostró menos interés en la situación venezolana.
Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, la línea hacia Caracas cambió. Aunque mantuvo las sanciones, buscó desescalar la confrontación, levantando algunas restricciones al petróleo venezolano en plena crisis global de energía y promoviendo intercambios de presos. Este giro, criticado por Trump, fue interpretado como un reconocimiento implícito de que la estrategia de máxima presión había fracasado.
El eterno objetivo
Ahora, en su segundo mandato, Trump retoma el pulso con Maduro, aunque con un enfoque distinto. El reciente despliegue naval ocurre tras la liberación de presos políticos y ciudadanos estadounidenses en Venezuela, medida que fue celebrada por Washington. Analistas internacionales coinciden en que la Casa Blanca interpreta este gesto como una muestra de debilidad de Maduro y busca capitalizarlo intensificando la presión militar.
Maduro, por su parte, respondió al movimiento de tropas movilizando a más de 4,5 millones de efectivos militares, en un intento de mostrar fortaleza interna. También acusó a Washington de utilizar el narcotráfico como excusa para justificar un cerco militar con fines políticos.
Aunque el Pentágono insiste en que el despliegue responde a la lucha contra el crimen organizado, la escala de la operación invita a pensar en motivaciones más amplias. Estados Unidos busca asegurar el control de rutas estratégicas en el Caribe, contener la influencia rusa y china en Venezuela, y enviar un mensaje a otros gobiernos de la región.
El componente energético tampoco es menor. Con el petróleo venezolano todavía bajo sanciones parciales, Washington busca mantener la capacidad de presión en un contexto global marcado por la volatilidad de los precios del crudo. Al mismo tiempo, el endurecimiento de la postura frente a Maduro le permite a Trump fortalecer su discurso electoralista en Florida, donde la comunidad venezolana tiene un peso decisivo.
Así las cosas, queda en claro que la narrativa de Trump combina seguridad nacional, lucha contra el narcotráfico y defensa de la democracia, pero sus críticos señalan que su política hacia Venezuela es errática y está guiada más por necesidades internas que por una estrategia clara.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio un nuevo paso en su estrategia de presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro al ordenar el despliegue del crucero de misiles guiados USS Lake Erie y el submarino nuclear USS Newport News en aguas del Caribe, frente a las costas de Venezuela. La medida, confirmada por el Pentágono, se suma a la presencia ya consolidada de unos cuatro mil marines, destructores de la clase Arleigh Burke y un escuadrón anfibio, en una operación que Washington justifica con el argumento de la lucha contra el narcotráfico.Según fuentes de defensa citadas por CNN y The New York Times, la misión, que se prolongará durante varios meses, tiene como objetivo “interrumpir rutas críticas del crimen organizado transnacional”. Además de la fuerza naval, participan aviones de patrulla P-8 Poseidon en tareas de inteligencia y vigilancia. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, defendió la iniciativa como parte de las atribuciones constitucionales de las Fuerzas Armadas en la lucha contra actividades ilícitas.Sin embargo, la magnitud del operativo y su ubicación estratégica vuelven a situar a Venezuela en el centro de una pulseada política que trasciende el argumento del narcotráfico. Analistas advierten que la presencia de un submarino nuclear y de buques de misiles guiados constituye un mensaje directo al Palacio de Miraflores, en un contexto de tensiones crecientes entre Caracas y Washington.Un conflicto con historiaLa decisión de Trump reactiva un viejo capítulo de su política exterior. Durante su primer mandato (2017-2021), el entonces presidente republicano apostó abiertamente por un cambio de gobierno en Venezuela, apoyando al opositor Juan Guaidó y considerando incluso una intervención militar. Con su asesor John Bolton, impulsó sanciones severas sobre el sector petrolero y ofreció 15 millones de dólares de recompensa por la captura de Maduro, acusado de liderar el “Cártel de los Soles”.La apuesta culminó en el fallido alzamiento del 30 de abril de 2019, cuando Guaidó intentó movilizar tropas en Caracas con apoyo de Washington. El fracaso de aquella intentona marcó el inicio del declive político del opositor y dejó a Trump con una estrategia debilitada. Pocos meses después, Bolton fue despedido y el presidente mostró menos interés en la situación venezolana.Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, la línea hacia Caracas cambió. Aunque mantuvo las sanciones, buscó desescalar la confrontación, levantando algunas restricciones al petróleo venezolano en plena crisis global de energía y promoviendo intercambios de presos. Este giro, criticado por Trump, fue interpretado como un reconocimiento implícito de que la estrategia de máxima presión había fracasado.El eterno objetivoAhora, en su segundo mandato, Trump retoma el pulso con Maduro, aunque con un enfoque distinto. El reciente despliegue naval ocurre tras la liberación de presos políticos y ciudadanos estadounidenses en Venezuela, medida que fue celebrada por Washington. Analistas internacionales coinciden en que la Casa Blanca interpreta este gesto como una muestra de debilidad de Maduro y busca capitalizarlo intensificando la presión militar.Maduro, por su parte, respondió al movimiento de tropas movilizando a más de 4,5 millones de efectivos militares, en un intento de mostrar fortaleza interna. También acusó a Washington de utilizar el narcotráfico como excusa para justificar un cerco militar con fines políticos.Aunque el Pentágono insiste en que el despliegue responde a la lucha contra el crimen organizado, la escala de la operación invita a pensar en motivaciones más amplias. Estados Unidos busca asegurar el control de rutas estratégicas en el Caribe, contener la influencia rusa y china en Venezuela, y enviar un mensaje a otros gobiernos de la región.El componente energético tampoco es menor. Con el petróleo venezolano todavía bajo sanciones parciales, Washington busca mantener la capacidad de presión en un contexto global marcado por la volatilidad de los precios del crudo. Al mismo tiempo, el endurecimiento de la postura frente a Maduro le permite a Trump fortalecer su discurso electoralista en Florida, donde la comunidad venezolana tiene un peso decisivo.Así las cosas, queda en claro que la narrativa de Trump combina seguridad nacional, lucha contra el narcotráfico y defensa de la democracia, pero sus críticos señalan que su política hacia Venezuela es errática y está guiada más por necesidades internas que por una estrategia clara. La Voz