“Llegó para quedarse”: la fórmula de un experto español para mantener la curiosidad en los chicos pese al auge de la IA
Desde hace ya un tiempo, cuando Eduardo Sáenz de Cabezón se baja del escenario de una conferencia o sale del aula tras dar una clase en la universidad, varias personas se acercan a plantearle preocupaciones que parecen partir de un mismo temor: la manera en que los estudiantes utilizan la inteligencia artificial generativa. “Los profesores me preguntan mucho sobre el tema: ‘¿Cómo sé si mis alumnos se están copiando de la IA?’, o ‘¿Cómo hago para manejar esta tecnología, si los chicos la entienden mejor que yo?’ Noto mucho miedo”, sostiene el docente español, doctor en matemática y licenciado en teología.
Sáenz de Cabezón (Logroño, 1972) se hizo popular en las redes como divulgador científico, con su particular forma de mostrar y explicar con entusiasmo –y hasta con humor– problemas matemáticos y experimentos científicos. Así cosechó los 1,5 millón de suscriptores que tiene en su canal de YouTube, “Derivando”, y los 127.000 seguidores que tiene en Instagram. Es además cuentista y conferencista.
La última semana, durante su paso por Buenos Aires, participó del Festival de Innovación Educativa organizado por el Ministerio de Educación de la ciudad, y habló con LA NACION sobre los nuevos desafíos que trae la IA a la educación y sobre la manera en que cree que deben ser enfrentados.
“La inteligencia artificial no se va a ir –afirmó desde Barracas, tras su charla frente docentes y directivos porteños–. No es una cosa que en el 2027 vayas a decir: ‘Uy, ¿os acordáis de la IA? Pasó de moda aquello’. Eso no va a pasar. Entonces, cuanto antes tomemos conciencia de que llegó para quedarse, mejor”. Destacó, a la vez, los posibles riesgos de la IA, las oportunidades que abre y la importancia del rol docente frente al nuevo contexto educativo mundial.
“No podemos enseñar como si la inteligencia artificial no existiera, porque no es verdad –sintetizó Sáenz de Cabezón–. La IA es hoy parte de nuestras vidas y toda educación debe adecuarse al contexto en el que está, porque es el contexto el que marca las necesidades educativas, los objetivos que vamos a plantear. Tenemos una herramienta nueva que podemos utilizar, entonces tenemos que aprender a utilizarla».
–¿El temor que produce la IA entre docentes es justificado?
–Para mí es un miedo parecido al miedo de la oscuridad. El miedo de la oscuridad se va cuando enciendes la luz. Tú enciendes la luz y ves si hay monstruo o no lo hay. Y, si lo hay, ves qué tamaño tiene, y entonces decides si peleas con él o huyes. Para mí el conocimiento es encender la luz. Entonces, aprender cómo funciona la IA es como encender la luz. Luego tú dices, “Ah, no era para tanto” o “Sí, lo es”. Ves qué tan peligrosa es la amenaza, si es que existe. Sin encender la luz, el miedo te va a superar, porque tú oyes un ruidito y, como no hay luz, tienes miedo.
–¿Cuándo es mejor utilizar la IA en clase y cuándo es mejor no utilizarla?
–Pongo un ejemplo muy tonto que es el de la calculadora. Hay calculadoras en nuestro mundo y la gente puede usarla para hacer las operaciones que quiera. Pero, ¿voy a usar la calculadora en mi clase de tercero de primaria? A lo mejor no es una buena opción. ¿Voy a impedir usar la calculadora a la gente de segundo curso de ingeniería? Pues, a lo mejor, no es una buena opción. Entonces, depende un poco de cuáles son mis objetivos pedagógicos si utilizaré la inteligencia artificial o no. Pero el hecho de que existe, existe, y tenemos que contar con eso.
–¿Cómo sabe un docente si, por ejemplo, la tarea de su alumno la hizo él o la hizo la IA? ¿Los docentes tienen que cambiar su manera de dar clases, de enseñar?
–Claro. Hay veces que la IA interfiere en las formas de enseñar que teníamos. Muchas veces me impide o me desaconseja que yo mande para casa tareas que consistan en cosas que se pueden resolver con inteligencia artificial y que, por lo tanto, no voy a saber si el alumno las ha hecho o no. Pero también hay otras veces en que la IA me puede ayudar. Por ejemplo, si quiero que mis estudiantes de secundaria aprendan a hacer resúmenes de textos, como en el contexto está la inteligencia artificial, a lo mejor no es una buena decisión decir “Toma este texto, vete a casa y mañana me traes un resumen”. Porque tengo que asegurarme, como el contexto cambió, de que esa persona lo hizo. A lo mejor lo que tengo que hacer es que esos resúmenes se hagan en la clase, en el aula.
Eso implica tiempo de aula. Entonces, ¿es compatible el tiempo que tengo con que aprendan esto? ¿Cómo lo planifico? ¿Me puede ayudar la inteligencia artificial a conseguir ese objetivo de aprender a hacer resúmenes de texto? Un ejemplo de cómo se puede lograr es el siguiente. El profesor le dice al alumno: “Mira, aquí tenéis este texto, aquí tenéis este catálogo de algoritmos de inteligencia artificial de libre acceso. Pedidle a tres inteligencias artificiales que hagan un resumen sobre este tema. Luego vienes a clase y me dices cuál de los tres resúmenes es mejor y por qué”. Estoy utilizando la inteligencia artificial para mi objetivo, que mi objetivo es que aprendan a hacer un resumen. Y entonces todo eso me va a dar tiempo en el aula para luego pedirles a los alumnos que hagan ellos mismos su resumen.
–Además de dar clases a alumnos, das clases a profesores de secundaria y de primaria. ¿Qué preocupaciones tienen ellos respecto a la IA?
–Hay una preocupación que es “Lo van a utilizar para copiar”. Mi respuesta es: “Sí, lo van a utilizar para copiarse si tú los dejas que lo utilicen para copiarse”. Muchos dicen: “Es que les mando un resumen para casa y lo hacen con IA, entonces no lo hacen ellos”. Ya, obviamente, pues lo tienen a la mano, entonces lo usan.
Otra de las preocupaciones que yo registro en los docentes es su falta de formación en este tema, el miedo a la IA por no saber utilizarla. “Es que yo esta tecnología no la controlo, me da miedo”, dicen, o “Mis alumnos saben mejor que yo cómo funciona esto”. Para eso hace falta formación. Si una persona está dedicada a enseñar, tiene que aprender todo. Si no, no puede enseñar. No puede existir un docente que diga “No, yo ya hice mis estudios universitarios, yo ya sé lo que tengo que saber, ahora me dedico a enseñar”, porque el contexto cambia continuamente. Entonces aprender es parte del trabajo docente.
–Hay que repensar todo…
–Sí. Siempre hay que repensarlo. La gente que estaba siendo docente en los años 90, cuando llegaron las computadoras personales, tuvieron que incorporarlo. Hubiese sido irresponsable que dijeran “Eso yo no lo voy a usar, yo sigo con mi máquina de escribir”. La gente que era docente al inicio de los 2000, a finales de los 90, vivió la irrupción de la internet generalizada. Y se tuvo que acomodar. Si tú eres maestro o maestra, tienes un compromiso con la actualización permanente de tu persona, de tus métodos y de los contenidos. Yo no me imagino un aula hoy en la que se enseñe como si internet no existiera. ¿Qué sentido tendría? Ahora pasa lo mismo con la inteligencia artificial. No sé si va a provocar un cambio tan grande como la llegada de internet, pero provoca cambios y ya estamos viendo algunos. Entonces es irresponsable obviarlo.
–En la Argentina, y calculo que en otros lugares, hay una especie de grieta entre el docente que ve la IA como una oportunidad y el que le tiene terror, porque piensa que va a matar el pensamiento crítico, que nos va a volver tontos. ¿Hay algo de real en estas posturas opuestas?
–Sí, hay algo de real en las dos posturas. Cuando somos docentes lo que tenemos que hacer es que la inteligencia artificial, como otros elementos, favorezcan los procesos de enseñanza, de aprendizaje. O sea, ver qué es lo que queremos, cómo quiero que salga un estudiante de la secundaria, qué cosas quiero que sepa, qué actitudes quiero que tenga. Y, sobre esa base, diseñar las clases y las tareas, para pensar el mejor modo que esta herramienta, la IA, juegue siempre a nuestro favor. Sucede lo mismo con la calculadora, con los libros. ¿De qué depende que tus chicos y chicas puedan aprender? De que tú los ayudes.
–¿Y qué pensás del miedo de algunos intelectuales a que la IA mate el pensamiento crítico?
–El pensamiento crítico es algo que tenemos que formarlo permanentemente. No sé si hay una amenaza mayor a la que había hace 10, 15, 20 o 30 años. El pensamiento crítico siempre ha estado amenazado porque supone independencia personal, supone una contestación, un no aceptar sin crítica las noticias, los datos y lo que sea que me llegue de instancias políticas, sociales o institucionales. Entonces, el pensamiento crítico está amenazado permanentemente porque cuando tú quieres que un sistema mantenga el statu quo, lo que no quieres es que nadie venga a modificarlo. Para eso, quieres que la gente no sepa que tiene la opción de modificarlo, ¿no? Entonces está amenazado siempre.
–Ahora hay nuevas amenazas que tienen que ver con la posibilidad de que la IA piense por nosotros, ¿no?
–Ahora hay algunas amenazas que son nuevas. ¿Eso significa que son mayores? No lo sé. Son nuevas, son diferentes. Son mayores porque antes no existían, pero no son más peligrosas que las otras. Una que a mí me parece peligrosa es cuando la inteligencia artificial generativa es capaz de crear una realidad que yo no soy capaz de detectar qué origen tiene, y dudas si es verdad. Cuando no tengo datos suficientes para distinguir verdad de fake, tengo un problema.
–Llevando eso a la educación, ¿qué ejemplo nos darías?
–Cuando yo estoy pidiendo a mis estudiantes que de forma autónoma busquen información sobre el tema para luego elaborar. ¿Cómo les puedo dar herramientas para que sean capaces de trazar el origen y la veracidad y la relevancia de aquello que encontraron? Hace muchos años había una especie de acuerdo social. Tú tienes una enciclopedia impresa en papel, sabes que lo que dice allí está contrastado, está evaluado por un comité de gente que sabe mucho y que decidió publicarlo. Entonces, tú vas y cuando te preguntan cosas sobre, pongamos, la Revolución Francesa, sabes que lo que esté escrito allí es bastante adecuado. Ahora mismo yo busco en internet “Revolución Francesa”. ¿Quién me dice que lo que aparece en la IA es cierto? ¿Es relevante? ¿Quién me lo dice? Tengo que aprender a distinguir eso, a trazar el origen, a poder evaluar la veracidad. Eso influye mucho en la enseñanza, mucho.
–En tu caso concreto, como docente, ¿de qué manera incorporás la IA?
–Por un lado, modificando los ejercicios y los trabajos que pido y las actividades que hacemos en la clase. Por otro lado, enseñando sobre inteligencia artificial: cómo funciona, qué límites tiene, poniendo ejemplos, etcétera. Enseñar qué es, cómo funciona y cuáles son sus límites es importante. Por ejemplo, hay gente que dice “Le voy a pedir a Chat GPT opinión sobre tal cosa”, pero Chat GPT no tiene opinión, no puedes pedirle opinión. Chat GPT no sabe si lo que dice es verdad o no. Tampoco tiene modo de verificar lo importante o relevante que es la respuesta que te da.
Uno de los objetivos de la educación es que las personas seamos ciudadanos responsables y que sepamos movernos en nuestro entorno. Entonces, tenemos que aprender cómo funciona la IA, qué es, qué no es y por qué; si no, vamos a estar interactuando con una herramienta pensando que es otra.
–Hace poco, un profesor universitario me comentó que ve muy desmotivados a sus alumnos y que tienen poca capacidad de asombro. Uno de ellos le preguntó para qué aprendían a hacer cosas que podrían resolver con la IA. ¿La facilidad para resolver cosas complejas que produce la IA juega en contra de la curiosidad?
–En parte, sí, porque la curiosidad es algo que parte de una carencia, ¿no? La curiosidad es algo que te mueve porque quieres encontrar algo que sientes que te falta. Cuando no tenemos experiencia de la carencia, porque todo aquello que queramos saber o ver para entretenernos está al alcance de un clic, tenemos menos motivos para movernos y para actuar. Ese actuar ya es un crecimiento, porque te permite detectar qué cosas quisieras cambiar en ti o qué cosas quisieras saber o te interesan. Y eso te permite evolucionar y tener una vida más plena. Esto por un lado, me parece muy importante.
Por otro lado, es importante saber que tener conocimiento al alcance de un clic es muy diferente a incorporarlos a tu persona. Recuerdo cuando visité por primera vez la ciudad de Estambul y entré en Santa Sofía. Yo había estudiado en la escuela toda la historia. Entonces, cuando entré a ese edificio y sentí el eco de mis pasos, decía “¿Cómo sería el eco del ejército de Mehmed entrando aquí?” Yo iba con otros compañeros que disfrutaron mucho del edificio también, porque es hermosísimo, pero ellos no sabían de la historia del lugar. Mi experiencia de aquella visita fue mucho más intensa, mucho más plena, mucho más satisfactoria. Ellos tenían todos esos datos en el teléfono, pero no los tenían adentro suyo. Cuando yo tengo conocimiento en mí, pasa a formar parte de mí y viaja conmigo. Y eso hace que disfrute la vida de una forma mucho más plena que si no lo tengo. Entonces, sí, efectivamente, toda esa información está a un clic y puedes ver mucha más de la que yo tengo en la cabeza sobre la entrada de Mehmed a Santa Sofía, pero si lo llevas contigo, entonces el conocimiento te permite vivir de una forma mucho más plena.
-¿Y cómo se hace para que el estudiante quiera incorporar este conocimiento, por ejemplo, resolver una guía de ejercicios matemáticos difíciles, teniendo la tentación de que, con un clic, puede ver el resultado y resolverlo sin pensar?
-Por un lado, tratar de motivar esa curiosidad, decir: “Si tú quieres el resultado de esta operación, tómalo, aquí está. Pero si lo que te interesa más es el proceso de cómo llegó a eso, entonces vas a tener que aprenderlo”. Plantearle al alumno: “Me da igual que esté bien o mal el resultado. Cuéntame qué hiciste para enfrentar este ejercicio”. Si te responde “Lo miré en GPT”, plantearle “¿Y de qué te sirvió eso como persona?”.
También tiene que cambiar un poco nuestra forma de evaluar. Cuando evaluamos si una persona aprendió matemática, preguntarnos qué significa aprender. ¿Haber dado con los resultados correctos? Antes sabíamos que cuando alguien te daba los resultados correctos es porque había aprendido a hacer el ejercicio. Ahora que un alumno me dé los resultados correctos no necesariamente significa que sabe hacerlo. Si quiero saber si sabe hacerlo, tengo que cambiar un poco mi forma de evaluar, mi forma de enseñar, incluso los objetivos.
Docente de grado y posgrado, Eduardo Sáenz de Cabezón se hizo popular como divulgador científico; participó en Buenos Aires del Festival de Innovación Educativa LA NACION