Luiz Henrique, el alumno más destacado en el examen que Carlo Ancelotti le tomó a Brasil en el Maracaná
Casi sin despeinarse, aunque también sin brillantez, Brasil cerró su participación como local en las eliminatorias con un 3-0 sobre la que fue, con diferencia, la peor selección del continente. Un Chile experimental apenas fue rival, pero ni siquiera así, el conjunto que dirige Carlo Ancelotti pudo redondear una imagen que permita hablar de una recuperación firme que permita sumar a la verdeamarela al grupo de favoritos para el certamen del año próximo.
Cumplido el trámite de la clasificación al Mundial, Carletto demostró estar en período de pruebas. Se hizo evidente desde la convocatoria, en la que dejó afuera a la mayoría de los que mejor conoce -Vinicius Junior, Rodrygo e incluso Militao-, prescindió de Neymar, pese a las quejas de la desteñida estrella del Santos, y le dio la oportunidad de mostrarse a una mezcla de jóvenes, experimentados poco habituales y jugadores que, o bien actúan en el fútbol local o acaban de emigrar a Europa.
Si quedó conforme o no con lo que pudo apreciar se verá en los partidos amistosos que le queden hasta la cita norteamericana. De lo que no cabe dudas es que ya tendrá anotado para su lista definitiva a Luiz Henrique, el puntero que fue figura en la final de la Copa Libertadores del año pasado que Botafogo le ganó a Atlético Mineiro en el Monumental.
Lo mejor de Brasil vs. Chile
El entrenador italiano lo incorporó al encuentro a los 21 de la segunda mitad, cuando el espectáculo languidecía y los silbidos empezaban a ser el sonido ambiente en el Maracaná, y en menos de diez minutos, el zurdo hizo mucho más que todos sus compañeros juntos para sacar del letargo a su equipo y a la gente.
Brasil ya ganaba 1 a 0 desde antes del descanso, más por peso específico que por una actuación convincente, cuando el hombre que ahora está en el Zenit ruso inventó un desborde por izquierda a puro freno y amague y lanzó un centro envenenado que Lucas Paquetá -que acababa de ingresar- empujó de cabeza a la red. Un ratito después gambeteó por derecha, definió arriba sobre la salida del arquero, el travesaño le negó el gol pero Bruno Guimaraes llegó para hacer el tercero.
Fuera de esta aparición de última hora, desde la mirada neutral pudieron verse algunos rasgos que pueden resultarle alentadores al entrenador italiano, pero prevalecieron aquellos que desde hace mucho tiempo escasean en el fútbol de la selección brasileña y parecen imposibles de solucionar en un abrir y cerrar de ojos, por más experiencia y éxitos que el técnico acumule en su mochila.
La endeblez de Chile condiciona cualquier análisis (en la etapa inicial, Alisson Becker tocó la primera pelota para efectuar un saque de arco a los 43 minutos), pero aun así hay cuestiones que juegan en contra de una mejoría radical en el funcionamiento de la verde-amarelha. La primera, fundamental, es la ausencia de un futbolista que reúna talento y panorama para conducir el juego ofensivo.
Esta vez, Ancelotti colocó sobre el césped dos volantes naturales -Casemiro y Bruno Guimaraes, los dos mejores de la noche-, y cuatro hombres por delante de ellos. La consigna era que Rafinha oficiara de enlace y que Joao Pedro retrocediera su línea para participar en las tareas de construcción, pero tanto ellos como Estevao y Martinelli tienen vocación de delanteros definidores y carecen de la necesaria sintonía fina para hacer que el balón corra con fluidez, o para encontrar huecos en defensas cerradas y filtrar pases con ventaja. Basta con decir que Casemiro, un reconocido volante tapón, fue el que ejerció de iniciador de todas las acciones de ataque de los suyos en la primera parte, una función en que nunca ha sido la principal característica de su carrera.
Chile se reconoció como un adversario muy inferior desde antes de empezar. Plantó un 5-4-1 que en la práctica acumuló siete u ocho defensores alrededor o dentro de su área con la única misión de reducir las posibilidades del local de poner a uno de sus delanteros mano a mano con el arquero de enfrente y bloquear los remates que pudieran sucederse. La táctica, en todo caso, fue suficiente para desnudar los sabidos huecos que presenta el actual Brasil.
Los primeros 45 transcurrieron en esa dinámica. El balón estuvo siempre en poder de los pentacampeones del mundo, de a ratos corrió con ritmo y cierto sentido, pero apenas consiguió algunos remates francos. Dos cabezazos, uno de Gabriel desviado por el debutante arquero Lawrence Vigouroux y otro que acabó en gol de Casemiro, anulado por offside. Recién a los 37, Joao Pedro y Douglas Santos armaron una acción de las que habrá imaginado Ancelotti. El lateral izquierdo de 31 años que lleva siete temporadas en el Zenit metió la cortada para el desmarque de Rafinha que remató cruzado, tapó como pudo Vigouroux y Estevao, a dos pasos de la línea y de media chilena, abrió la cuenta.
El otro punto flojo que dejó entrever Brasil también tiene relación con ese 4-2-4 que quita elementos en mitad de cancha. Chile, que también está en fase de pruebas pero mirando el lejano horizonte de 2030, con un técnico interino -Nicolás Córdova-, sin ningún integrante de la Generación Dorada y demasiados debutantes, muy pocas veces logró enhebrar varios pases consecutivos, pero cuando lo hizo encontró muy escasa oposición en los locales.
Por una simple cuestión numérica, despoblar de esa manera la zona de volantes implica perder opciones de recuperación, y si bien la pobreza de la Roja impidió que Alisson pasara mayores sobresaltos, cabe preguntarse qué pasará cuando enfrente haya rivales que centran su poderío justamente en el dominio de esa franja del campo. El recuerdo del baile que Argentina le infligió hace unos meses en Buenos Aires debería generar en Carletto una reflexión profunda si pretende viajar al Mundial con verdaderas chances de favoritismo.
El Maracaná vivió una tranquila noche de pruebas. En el examen que planteó Ancelotti, hubo alumnos que sacaron buenas notas, como Casemiro y Bruno Guimaraes; otros que tendrán que seguir estudiando, como Joao Pedro o Martinelli. Y uno que seguramente quedó registrado con la calificación más alta. Fue Luiz Henrique, y solo por el rato de magia que ofreció cuando el partido empezaba a aburrir, la torcida brasileña quizás se marchó pensando que había valido la pena el paseo hasta el Maracaná para cerrar la discreta fase eliminatoria de los suyos camino al Mundial.
El equipo verdeamarelo demolió a Chile por las eliminatorias para el Mundial 2026 LA NACION