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Periodismo en las Américas: violencia, exilios y los embates de Trump

PUNTA CANA, República Dominicana.- Un sol inclemente y una humedad pegajosa demuelen en este paraíso de playas blancas y mar esmeralda. El mismo entorno asfixiante se respira puertas adentro de la 81a. Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

“Libertad de prensa: la democracia en riesgo”, fue el lema del encuentro anual que reunió a más de doscientos editores de medios de comunicación de las Américas.

No se queda corto. Esta no ha sido una reunión más. La libertad de prensa y de expresión atraviesan amenazas sin precedentes en la historia de la región. Prosperan los avances autoritarios y muchas de las democracias están enfermas de violencia verbal y física, restricciones a la información oficial, hostigamiento digital instigado desde el poder, y leyes y demandas judiciales con aires de censura que buscan bloquear el acceso a las noticias de interés público. Salvo honrosas excepciones, como Canadá, Costa Rica y Uruguay, el periodismo se ha vuelto una obsesión para muchos gobiernos, con el único objeto de desacreditarlo. No quieren información sino doctrina.

La 81 asamblea de la SIP en Punta Cana.

Pero este año, acaso como nunca desde que tengamos memoria, asistimos a una novedad inédita. El caso más preocupante, aunque no el más grave, pues no se equipara con las atrocidades del crimen organizado en México o la opresión reinante en Venezuela, Nicaragua o Cuba, lo constituye nada menos que el país líder del mundo libre. En los Estados Unidos su presidente embiste en forma sistemática, con métodos nunca vistos hasta ahora, contra todo aquel que informe u opine algo que no resulte de su agrado. El creciente deterioro de la libertad de prensa en un país históricamente considerado la democracia más perfecta y sólida del mundo, ejemplo modelo de las libertades, sirve de inspiración y se derrama con un efecto cascada sobre líderes del continente americano y de otras latitudes.

En los Estados Unidos su presidente embiste en forma sistemática, con métodos nunca vistos hasta ahora, contra todo aquel que informe u opine algo que no resulte de su agrado

Pedro Vaca Villarreal, el relator especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA), dependencia que cumple un rol fundamental desde 1998, ha prestigiado este encuentro con su presencia. Este abogado colombiano de 38 años, de cabellera rebelde, no se cansa de visitar países en dificultades: Guatemala, Bolivia, Colombia, Honduras, Perú, Brasil, entre otros. Vaca Villarreal cree que el único camino para enfrentar esta epidemia de intolerancia y agresiones consiste en no callar, en denunciar los atropellos del poder ante organismos como el que representa, a la vez que exhorta a la sociedad civil a que asuma un rol más activo para generar mayor conciencia sobre la importancia de los medios independientes que defiendan las instituciones de la democracia.

La 81 asamblea de la SIP en Punta Cana. Daniel Coronell

No se recuerdan antecedentes de un informe de la Relatoría Especial de la OEA como el que se emitió el 11 de este mes, que alertó sobre la “preocupante situación de la libertad de expresión en los Estados Unidos”. ¿Quién lo hubiera dicho? ¿Quién hubiera imaginado que periodistas, académicos, comentaristas y famosos comediantes perderían sus empleos a causa de investigaciones o monólogos humorísticos sobre personajes del poder? ¿Quién hubiera imaginado que desde la Casa Blanca se llamaría terroristas a los periodistas? Sorprende la magnitud y virulencia de los embates. El Pentágono acaba de restringir con condicionamientos propios de países tercermundistas la actividad de los cronistas que cubren esa sede militar, lo que generó el rechazo generalizado por parte de los medios de mayor renombre y trayectoria. Enormes cadenas de televisión aceptaron pagar multas millonarias con tal de impedir que prosperen demandas de Donald Trump. Diarios de reputación planetaria como The New York Times y The Wall Street Journal enfrentan juicios por cifras astronómicas a causa de simples notas periodísticas. El manual de la intimidación y el miedo empuñado por la mano del Tío Sam. Nunca visto.

Diarios de reputación planetaria como The New York Times y The Wall Street Journal enfrentan juicios por cifras astronómicas a causa de simples notas periodísticas.

Desfilaron por este encuentro otras víctimas del aciago momento que atraviesa el vecindario americano: los cronistas apátridas. El exilio se extiende como una mancha venenosa a menos que uno quiera terminar en una mazmorra simplemente por ejercer el oficio en su tierra nativa. Cubanos, salvadoreños, venezolanos, ecuatorianos y nicaragüenses no tienen otra opción que reinventarse más allá de sus fronteras. Un poder asfixiante y autoritario los persigue sin siquiera necesidad de una excusa. Practican lo que Tomás Eloy Martínez denominó “el lenguaje de la inexistencia”. Es “la solución imperfecta”, se lamentó aquí el venezolano Boris Muñoz. Bajo la dictadura de Maduro dieciocho periodistas siguen encarcelados en condiciones inhumanas, muchos de ellos con paradero desconocido, y el bloqueo de páginas digitales es total, lo que impide que más de ochenta medios puedan funcionar. La Red Latinoamericana de Periodismo en el Exilio (Relplex) nació en 2024 y ya reúne a 300 hombres de prensa de Venezuela, Cuba, Nicaragua, El Salvador y Ecuador, entre otros países. La SIP, la voz más potente en defensa de la libertad de expresión, que nuclea a más de mil publicaciones del continente, les brinda asistencia legal y cofinancia empleos en redacciones en el exilio para que la experiencia y memoria de cada reportero no quede a la intemperie. Muchos se han reubicado en Costa Rica, México, España, Estados Unidos y Guatemala.

El nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, editor del sitio digital El Confidencial, hijo de la extinta periodista y expresidenta Violeta Chamorro, narró cómo vive su segundo destierro en Costa Rica. Después de regresar a Nicaragua en 2019 y de que su redacción sufriera un segundo asalto por las fuerzas de Daniel Ortega, relató que no tuvo otra opción que hacer las valijas para mantenerse a salvo. Chamorro se siente rodeado, pero no se rinde, prefiere hablar de resistencia en vez de resiliencia, y cree que el régimen no durará para siempre. Pero su situación parece difícil de sostener, los anunciantes de su página digital viven jaqueados por demandas criminales del gobierno de Ortega, solo le queda preservar la seguridad de su familia, de sus periodistas y de sus fuentes.

La 81 asamblea de la SIP en Punta Cana. Martha Ramos Sosa

Cuba vive una agonía interminable. El periodismo independiente opera bajo constante represión política, hipervigilancia en las puertas de los domicilios, además de ataques físicos. El Estado impide el trabajo de las webs de decenas de medios y de organizaciones internacionales. Nicaragua, como Venezuela, va camino a ser una nueva Cuba: militarizada, silenciada por amenazas y restricciones migratorias, cierre de espacios gremiales y acoso a periodistas incluso en el exilio. En El Salvador, el presidente Nayib Bukele mantiene un altísimo índice de popularidad y acumula la suma del poder público, por lo que alzar la voz supone un alto riesgo, la prensa está siendo paulatinamente acorralada mediante la acusación de delitos financieros.

Cuba vive una agonía interminable. El periodismo independiente opera bajo constante represión política, hipervigilancia en las puertas de los domicilios, además de ataques físicos

La llamada “infodemia”, esto es, la desinformación, es otro mal que se viraliza sin freno. Un estudio revelado aquí señala que el 56 por ciento de los usuarios de redes sociales no sabe distinguir entre una información verdadera y otra falsa. Siete de cada diez personas asumen una noticia falsa como cierta. Más del 60 por ciento ha sido impactado por noticias falsas, que perduran en las redes en promedio tres meses y en 24 horas pueden ser consumidas por entre 1000 y 100.000 personas. De ahí el papel clave que cumplen los medios de referencia, la prensa de calidad, cuyo nombre y credibilidad constituye su principal capital y razón de ser. Nos viene a la mente un estudio difundido hace tres años en el Congreso Mundial de Medios (WAN en inglés), en Zaragoza, España, según el cual el 75 por ciento de quienes se suscriben a un diario lo hacen para corroborar la veracidad de lo que les llega por una infinidad de vías inverificables. La certeza es hoy un activo invalorable que cuidar.

¿Dónde está parada hoy la Argentina en este contexto de intemperancia y arrebatos? Hay tres cosas que comentan con asombro los colegas extranjeros sobre nuestro país, como apuntó el presidente de La Gaceta de Tucumán, Daniel Dessein: el inexplicable recital de rock protagonizado por el presidente Javier Milei días pasados; su reciente visita a la Casa Blanca, en la que acordó un plan de rescate económico de los EEUU, producto del abrupto cambio de clima político tras la derrota del oficialismo en la elección bonaerense de septiembre último, de la sucesión de votaciones adversas en el Congreso, que ponen en jaque su principal activo, el orden de las cuentas públicas, y su desagraciada frase “no odiamos lo suficiente a los periodistas”. Pocos lo pueden creer.

Habrá novedades pronto. A raíz de los ataques durante estos dos años por parte del presidente Milei, hoy atemperados luego de comprometerse a “dejar de usar insultos”, la situación de la prensa argentina será abordada en una audiencia pública por el relator especial para la Libertad de Expresión de la OEA el próximo 19 de noviembre, en la Universidad de Miami, por pedido del Foro de Periodismo Argentino (Fopea) y otros peticionantes.

Vaca Villarreal espera que el Estado argentino se haga presente para dar a conocer su posición. Si es así, será la primera vez que el gobierno libertario enfrente una denuncia por atacar la libertad de expresión ante un organismo internacional de prestigio, conocido por su intervención durante la dictadura y también mientras duró el oprobio kirchnerista. Esta es una historia que recién empieza.

​Inquietante diagnóstico en la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa; amenazas sin precedentes a la libertad de expresión  LA NACION