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Del rock a la cava: “Hubiese preferido ser un desconocido”, afirma Bebe Contepomi

Ni bien entra a Nika Club Omakase, Bebe Contepomi saluda a los sushimen con el cariño del habitué. Al sentarse a la mesa, pide esa copa de vino blanco que irá perfecto con la comida. Hombre del rock, reconocible cara de mil y una coberturas de recitales, Bebe ha puesto un pie en otro mundo, el del vino, pasión en que la invierte tiempo mientras, ya alejado de las cámaras, se dedica a la producción de eventos y contenidos, con un festival de folclore en diciembre –con figuras como el Chaqueño Palavecino– como su próximo desafío.

“Hoy me pude reinventar como productor”, asegura, a sus 55 años. “Yo nunca perseguí la fama ni ser conocido, fue una manera de ganar plata con algo que me gustaba, como el periodismo y la música”, agrega Bebe, que días atrás presentó su línea de vinos Bebe Vinos, fruto de una relación de años en la que se entremezclan la música y la bebida.

Bebe actualmente está muy abocado a su productora el Bajo Producciones

–¿Cuál es tu vínculo con el vino?

–Por mi trabajo con la música y la tele tuve la suerte de conocer a dos grandes enólogos que me marcaron mucho. Con Pop Art producíamos el Wine Rock, un festival que se hacía en la Bodega Monteviejo, donde el enólogo era Marcelo Pelleriti. Con Marcelo probábamos muchos vinos y nos explicaba sus historias. Después tuve varios encuentros con Alejandro Vigil, que me hablaba de su pasión y de la historia de El Enemigo. Y a mí las historias me gustan mucho. Me di cuenta de que el vino no solo tiene una tradición centenaria en la Argentina, sino que tiene muchísimas historias. Y empecé a meterme en ese mundo a través de sus relatos.

–¿Qué historias querías contar vos con tus vinos?

–Lo primero que hice, mucho antes de Bebe Vinos, fueron las etiquetas con las cacatúas. La descripción de esos pájaros me define mucho: son inquietos, hacen mucho ruido, son muy sociables… Lo de la inteligencia lo podemos dejar aparte [risas]. Eso fue hace muchos años y ahí quedó el proyecto. Teníamos además una marca regalada, porque mi apodo, Bebe, es un verbo, es beber. Fue entonces que me contactó Fran Evangelista, que le estaba haciendo los vinos a varios músicos, como Pedro Aznar y Juanchi Baleirón.

Con Fran congeniamos inmediatamente y fuimos viendo qué tipo de vino hacer. Yo le hablé al toque de mi cepa favorita, que es el Pinot Noir. Me dijo que si bien es difícil de hacer, iríamos por ahí. Fue muy armónico y muy lindo el proceso. Y los vinos tuvieron muy buena repercusión. De pronto estoy en casa y está bueno que me den ganas de abrir mi vino. Eso me está pasando ahora: los muestro con orgullo.

Bebe en la presentación de Bebe Vinos

–¿Te tienta a futuro tener una finca, meterte en el viñedo?

–Y, yo soy un atrevido… Pero lo tendría que pensar y, primero, le tendría que preguntar a mi mujer, que también es amante del vino. Pero eso es para otra etapa. Sin ser experto me gusta meterme en lugares donde siento que algo conozco, y esto del vino fue un proceso largo. Si bien no estudié, escuché cómo se hacían los vinos, todos los sabores que pueden tener. Fueron muchos años de eso hasta llegar a poder hacer mi vino. Creo que me pasaría lo mismo con un viñedo. Pero no lo haría como inversión ni como hobby; si lo hago algún día será porque aprendí bien de qué se trata.

–¿Qué tanto te involucraste en los vinos?

–Mucho más de lo que pensaba. Gracias a ellos que querían mi opinión. Fui varias veces a Mendoza a probar vinos o uvas ya procesadas. Probaba los vinos y decía “esto me gusta” o “¿qué es esto tan rico?» “Pimienta”. “Bueno, dejemos la pimienta”. Todo desde el gusto nomás.

Los vinos con etiquetas ilustradas con Cacatúas

–¿Por qué te gusta tanto el Pinot? ¿Cómo lo descubriste?

–Soy socio de Street Bar, un sushi en Palermo, y ahí había un Pinot Noir que traían de Nueva Zelanda, que se llama Dog Point. Lo probé y me encantó. Después empecé a investigar, vi de qué se trataba el Pinot. Al principio un poco culposo, porque bueno, como hombre decís “Malbec”, “Cabernet Sauvignon”, el Pinot Noir se destaca por ser muy liviano. Un día se lo comento a Marcelo Pelleriti: “¿cómo puedo nadar diciendo por la vida que el Pinot Noir es mi cepa favorita?“. Y él me dijo ”mirá, si me ponés una persona adelante y puedo darle una sola copa vino para que pruebe, que me de una devolución y así saber si sabe de vinos, le doy un Pinot Noir». Ahí volví a sentir orgullo, y esta anécdota la cuento para defender mi cariño por el Pinot Noir.

–¿Qué lugar tiene el vino en el rock argentino?

–Bueno, hay muchas canciones dedicadas al vino. Uno cree que el rock está más ligado a la cerveza, pero el vino tiene su lugar. De hecho, Pedro Aznar, Coti, Juanchi Baleirón Las Pelotas, Ciro, Los Decadentes: todos tienen su propio vino, no su cerveza.

–Y en tu vida cotidiana, ¿qué lugar tiene?

–Respeto al abstemio, pero… ¿cómo comés una tira de asado sin una copita de Malbec? ¿Cómo comés sushi sin una copa de vino blanco? No digo una botella, una copa. Para mí el vino ocupa un lugar absolutamente gastronómico. Hago un asado o cocinamos algo con mi mujer el fin de semana, y hay una copa de vino. Es el famoso maridaje: si hay tal comida, hay tal vino. Pero no tomo sin comida.

Actualmente produce un festival de folclore que se realizará el 13 de diciembre en el Hipódromo de Palermo

–¿Con qué proyectos estás hoy más allá de tus vinos?

–En lo periodístico sigo en la radio. No estoy haciendo nada en tele desde que me fui de La Viola en 2022, ni en streaming. Fueron muchos años: 30 en TN, 25 con La Viola. Necesitaba descansar. Hoy estoy muy metido con la productora El Bajo Producciones, donde tengo a mi hermano Manuel, a Flor Cardarelli y a Oscar Alvarado de socios. Somos una agencia de publicidad y generadora de contenidos. Ahora estamos produciendo un festival de folclore en el Hipódromo de Palermo con el Chaqueño Palavecino. Es algo totalmente nuevo para mí. Todo el mundo me tiene muy ligado al rock, pero yo escucho tango y folclore de toda la vida.

–¿No extrañas la tele?

–No, nada. La verdad es que fue una vorágine: fueron muchos años, muchos viajes, muchos festivales. No tenía fines de semana. Con el equipo de La Viola éramos los número uno: teníamos todo antes que nadie, nos mandaban a cubrir todas las cosas internacionales. Pero para eso había que estar 24 horas. Hoy me pude reinventar como productor. Yo nunca perseguí la fama ni ser conocido, fue una manera de ganar plata con algo que me gustaba, como el periodismo y la música. Si me dabas a elegir, hubiese preferido toda la vida ser un desconocido. Pero no encontré la manera de, siendo desconocido, ganar mi plata.

–¿Cómo ves la escena del rock?

–El rock ahora está en un momento altísimo. Hay un resurgir de bandas que capaz no fueron tan reconocidas en su momento y hoy son hípermasivas. Como Miranda, Airbag o Turf, tres bandas que con las mismas canciones y algún disco nuevo hoy llenan lugares que antes no llenaban. También están las bandas nuevas y los clásicos.

–¿Será que ya no somos tan prejuiciosos y podemos escuchar Pappo y Miranda en una misma playlist?

–Bueno, esa es una cosa que mi generación y la anterior padecieron muchísimo. Era una locura. Te decían “esto es rock” y “esto no es rock”. Hoy los pibes con las plataformas digitales nos enseñan que escuchan lo que quieren. Mi hijo pone un tema de Bad Bunny, después uno de Calamaro y después Duki. Antes eso era imposible.

Bono y el Bebe Contepomi se hicieron grandes amigos a través de la música

–¿Hoy disfrutás un recital?

–Me cuesta mucho ir a recitales. Voy a ver a mis amigos: a los Babasónicos, a los Decadentes, a Andrés Calamaro. O, si mi hija me lo pide, voy a algo concreto. Pero estoy sobrepasado de shows, no es de vago ni de canchero que lo digo. Además, cuando voy ya estoy pensando en la salida, en irme antes para que no haya tanta gente, o al llegar, me preocupa dónde estacionar.

–¿A cuántos fuiste?

–En una época iba a seis por fin de semana. Y mucho festival. Cuando cubría los festivales para La Viola, arrancaban a las dos de la tarde y terminaban a la una de la mañana, y yo estaba las 11 horas saliendo en vivo. Una vez un tecladista de una banda en un festival me miró y yo le dije que estaba cansando. Y el tipo dice: “Claro, nosotros venimos media hora antes, tocamos una hora y nos vamos. Vos estás las 11 horas: sos todas las bandas”. Pero no me quejo: fue agotador, pero me divertí mucho.

​Después de 30 años de periodismo de rock, se reinventa como productor y da rienda a su pasión al lanzar sus propios vinos  LA NACION