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A 75 años del Mundial de básquet ganado por la Argentina, el testimonio de su centenario capitán

Mientras el continente europeo se reconstruía tras la Segunda Guerra Mundial, la Federación Internacional de Básquetbol decidió que el país organizador del primer Mundial, en 1950, fuera la Argentina. Y la oportunidad fue aprovechada al máximo por nuestro país. El plantel nacional, que tenía excelentes jugadores y había dado muestras de su capacidad en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, se lució en la Copa del Mundo, en el Luna Park. Y el 3 de noviembre de 1950 tocó el cielo con las manos al vencer, en la final, a Estados Unidos por 64 a 50.

A 75 años de aquel gran logro para el deporte nacional, el recuerdo sigue firme. “Fue una cosa maravillosa, sobre todo, la gente, cómo lo vivió. Salimos campeones porque lo merecimos, jugamos muy bien. Y no solamente jugamos muy bien, sino que hicimos las cosas muy bien, que después nunca se repitieron. Por eso tuvimos altibajos. Pero en ese momento, todo se hizo como debía hacerse”. El testimonio, actual y nostálgico a la vez, pertenece al capitán de aquel equipo, Ricardo Primitivo González, último sobreviviente de aquella generación dorada, quien a sus 100 años conserva intacta la memoria.

La selección argentina de basquet campeona del Mundial FIBA de 1950, en nuestro país

“El título mundial fue el resultado de una preparación inédita para la época”, recordó, en estas horas, la Confederación Argentina de Básquet (CAB). El equipo se entrenó durante dos meses en el estadio de River, haciendo ejercicios de doble turno. “Nosotros nos concentramos en River, en la cancha que está ahora. Nos dejaron el lugar para que viviéramos ahí. Vivimos cuarenta días antes de jugar el campeonato. Nos entrenábamos a la mañana físicamente, salíamos a correr alrededor de la cancha, después tirábamos cien tiros al aro de distintos lugares. Almorzábamos, dormíamos una siestita y a la tarde, otra vez al gimnasio. A la noche, otra vez. Los casados se podían ir el miércoles a la noche, después del último entrenamiento, pero el jueves a la mañana tenían que estar de vuelta. Los domingos al mediodía podíamos irnos todos, pero el lunes a las ocho había que estar ahí. Era una exigencia tremenda, pero necesaria”, rememoró González.

Una imagen histórica de los campeones mundiales de 1950: el abrazo entre Ricardo González y Oscar Furlong

En tiempos sin relojes de posesión ni especialización profesional, el rigor técnico fue fundamental. La planificación del cuerpo técnico incluyó control de estadísticas de lanzamientos. “Tirábamos cien tiros al aro, pero de foul, con un compañero. Llevábamos estadística, todo. La primera semana el promedio era treinta de cincuenta. La última semana, antes del torneo, ya era cuarenta y siete. Yo casi todos los días embocaba cincuenta de cincuenta. En los partidos también tuvimos muy buena efectividad: ochenta y dos por ciento de foul y setenta y ocho de cancha. Una maravilla”, apuntó González.

Ricardo González, campeón mundial con la selección argentina de básquetbol en 1950

Todos estaban seguros de que podían llegar lejos y se convencieron después del debut el 23 de octubre, frente a Francia, el subcampeón olímpico, al que vencieron con cierta facilidad (56-40). Ese día el goleador fue Leopoldo Pichón Contarbio, con 14 puntos. El siguiente rival fue el más duro, el score más cerrado, por la rivalidad sudamericana, pero se le ganó a Brasil por 40 a 35. Después todos los partidos se ganarían por resultados más amplios y siempre superando los sesenta puntos.

El encuentro decisivo fue el sábado 3 de noviembre frente a los Estados Unidos que venía con su aplastante historial sin derrotas en torneos internacionales. En Buenos Aires, los norteamericanos estuvieron representados por un equipo de Denver Chevrolet y con los nada despreciables refuerzos de Phillips 66 y de la Universidad de Oklahoma. Los dos llegaron invictos. El Luna Park se llenó, como en los cinco enfrentamientos anteriores de la selección nacional y dejó en las boleterías una recaudación imponente: 202.580 pesos.

El trámite del encuentro fue cortado y con faltas: hubo 80 tiros libres, según consta en las crónicas periodísticas de la época. Pese a un comienzo favorable a los visitantes, la Argentina dio vuelta el resultado y sacó diferencias tranquilizadoras. Oscar Furlong, una de las grandes figuras del deporte argentino, fue el héroe de la noche, con una actuación contundente (20 puntos). Apenas terminado el partido, la multitud de las plateas del Luna Park invadió el escenario. Después de los festejos en el Palacio de los Deportes vinieron las antorchas y la caminata por la calle Corrientes acompañando al ómnibus de los ganadores.

El recuerdo de Primitivo González

El DT del equipo fue Jorge Canavesi, que falleció en diciembre de 2016, a los 96 años. Unos meses antes de su muerte, en una ceremonia celebrada en Ginebra, Canavesi ingresó junto a otras seis figuras del básquet mundial en el Salón de la Fama de la FIBA, y se sumó así a ese selecto grupo junto a Furlong (fallecido en 2018) y González, dos de sus dirigidos en la gesta dorada de 1950. Por cuestiones de salud, Canavesi no pudo asistir a esa condecoración, que fue recibida por su hija, Silvia Canavesi, y por su nieto Pablo Tortorella.

“La gente nos acompañó muchísimo. Montón de gente vino. El equipo mereció ganar el Mundial. Si hacés las cosas bien, como se hicieron, hasta las estadísticas te lo dicen. Con esos números, no sé quién te gana. No éramos solo compañeros: éramos amigos”, concluyó González, una de las leyendas de un momento cumbre para el deporte nacional.

​“Fue una cosa maravillosa”, se emocionó Ricardo Primitivo González, último sobreviviente de aquella generación dorada; en el encuentro decisivo, se superó 64-50 a Estados Unidos  LA NACION