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Milei vs. Macri: un parricidio a fuego lento

Cuando Alejandro Romay recuperó el mando de Canal 9, en los albores de la presidencia de Raúl Alfonsín, se encontró con una situación ideal para doblegar y superar a sus competidores.

Los que estaban a cargo de las otras emisoras –todas estatales– eran funcionarios con poca cintura para manejar una televisión de perfil comercial con picardía y agresiva rentabilidad. Si acaso la pegaban con algunos programas exitosos apreciados por la audiencia, el “zar” indefectiblemente los sobrevolaba como un águila hasta hacerse de esas valiosas presas. Se las llevaba a su pantalla sin pedir permiso ni agradecer a los ejecutivos birlados.

Algo parecido le pasa a Mauricio Macri con Javier Milei. Su gobierno se surtió desde el primer momento de figuras estelares de la agrupación del expresidente. Los convocó como ministros y para cubrir segundas y terceras líneas de su administración. La última de esas rutilantes incorporaciones ha sido la de Diego Santilli, flamante ministro del Interior.

Histriónico y personalísimo en sus decisiones como Romay, Milei tampoco pidió permiso para llevarse a dirigentes que fueron parte del staff macrista para cubrir puestos relevantes de la actual gestión. Ni siquiera le dio las gracias. Los tomó de un manotazo, los hizo propios y los cinceló a su imagen y semejanza: de la moderación gradualista macrista varios de ellos trocaron a efusivos conversos mileistas.

Desde que Macri le ofrendó al líder libertario su cartera de votantes al día siguiente de que Juntos por el Cambio quedara fuera de juego en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2023, el fundador del Pro viene proponiéndole sin éxito distintos tipos de acuerdos con su partido y no hay caso. Aupado por ese desprendimiento generoso de Macri, Milei se impuso holgadamente a Sergio Massa en la segunda vuelta y se convirtió en presidente de la Nación. Allí empezó otra historia.

Milei nunca se sintió obligado a ningún tipo de asociación formal con su inesperado promotor que ya venía haciendo gestos a su favor ya que poco disimuló, durante la campaña preelectoral, que estaba más embelesado con el libertario que con Patricia Bullrich, la candidata de Juntos por Cambio y, ni digamos, que con Horacio Rodríguez Larreta, eliminado en las PASO por la actual ministra de Seguridad y flamante senadora electa.

De dos años a esta parte, Milei solo retribuyó con magras milanesas y alguna que otra entraña esporádica. También lo alimentó recurrentemente con falsas expectativas de que en algún momento sus consejos empezarían a ser escuchados y puestos en marcha. Nunca pasó. Pero jamás se le cayó de la boca el lisonjero “presi” para rotularlo, como una suerte de microscópica distinción cariñosa acompañada de unas palmaditas en la espalda a la hora de los saludos. No más que eso.

En los momentos más ásperos de esa peculiar relación llegó a calificarlo de “llorón” y de “estar grande”, además de no sentir la necesidad de verlo durante un año. No obstante, tantos desaires, Macri aceptó humillantes alianzas con La Libertad Avanza para la frustrante elección bonaerense (en la que se le endosó parte de la derrota) y para la triunfal elección nacional (celebración exclusivamente libertaria).

A pesar de su ascendencia calabresa, por algún tiempo Macri manejó con resiliente aguante tanto desplante. Pero se cansó: últimamente empezó a darle mayor voltaje a sus consideraciones públicas al respecto. Por de pronto, criticó duramente la salida de Guillermo Francos de la jefatura de Gabinete y su reemplazo por Manuel Adorni, aunque después ponderó la llegada al gabinete del ya más violaceo que amarillo Santilli.

Pero en el foro Abeceb, en Puerto Madero, Macri volvió a la carga al cuestionar a las “personalidades narcisistas” y a los “líderes que ni escuchan ni les importa lo que digan los demás”. No hizo falta que aclarara a quién se refería.

Es muy curiosa la relación intermitente, de atracción y rechazo, establecida entre Milei y Macri que ninguno de los dos quiere, o puede, cortar del todo.

Recientemente el exmandatario hizo un anuncio audaz: Pro tendrá candidato propio para las elecciones presidenciales de 2027. Pero si la remontada que comenzó a partir de la asistencia norteamericana no se corta, el gobierno libertario suma otros logros y el peronismo sigue en su laberinto (“secuestrado por el kirchnerismo”, Macri dixit), Milei aspirará a la reelección y el Pro tendrá pocas chances como “segunda marca”.

Aunque Javier Milei no sea muy consciente de ello –o sí, quién sabe–, el “plan desgaste” que aplica a Macri (con la autoría intelectual de su hermana, jacobina de La Libertad Avanza y aficionada a disecar lo más posible al Pro) se parece mucho a un parricidio político progresivo, pero inexorable.

​Las últimas milanesas dejaron más chisporroteos. Los hermanos presidenciales siguen canibalizando al Pro  LA NACION