La inseguridad, el voto obligatorio y un electorado desconocido, los factores que pueden alterar todos los pronósticos
SANTIAGO, Chile.– Chile llega este domingo a las urnas con una combinación que no aparecía en los manuales políticos recientes: voto obligatorio, un aumento masivo del padrón y una campaña final que se movió rápido y sin señales claras. Desde 2012 que una presidencial no se disputaba bajo esta regla, y entre cinco y seis millones de chilenos votarán por primera vez en una elección de este tipo.
El salto del padrón —de siete a cerca de trece o catorce millones de votantes— tensionó a todos los comandos. Esa presión se notó en los cierres de campaña y en las propuestas que cada candidatura presentó para “ordenar” lo que describen como un país desbordado, con la seguridad como eje absoluto de la conversación pública.
La carta del oficialismo, Jeannette Jara, habló de “estabilidad con derechos”, un mensaje que intentó reimpulsar a la izquierda en un entorno adverso. Su principal rival, José Antonio Kast, reforzó su idea de “emergencia en seguridad”.
Johannes Kaiser buscó conectar con el desencanto a través de una mezcla de libertarismo y confrontación cultural; Evelyn Matthei apeló a la experiencia, y Franco Parisi trató de rearmar un relato populista que apunta a la élite política y al malestar económico.
“Estos nuevos electores obligados son mucho menos ideologizados, más desconfiados del sistema político y más quejumbrosos. Por lo mismo, tienden a alinearse con la oposición, independiente de su signo político. En definitiva, la ampliación del electorado puede fortalecer a la oposición de turno, sea cual sea, más que a un sector específico”, dijo a LA NACION Roberto Munita, analista político y director de Administración Pública de la Universidad Andrés Bello.
Las encuestas que circularon de manera extraoficial este fin de semana ratificaron que será una carrera estrecha. Jara figura con 29%, Kast con 22%, Kaiser con 18%, Matthei con 14%, Parisi con 13%, Mayne-Nicholls con 2%, Artés con 1% y Enríquez-Ominami con 1%.
Con el margen de error, Kast y Kaiser quedaron en el mismo límite estadístico, un cuadro que los comandos interpretaron como empate. En la percepción de triunfo, 35% apuntó a Kast como próximo presidente y 28% mencionó a Jara.
La segunda vuelta se realizará el 14 de diciembre, y también aparece abierta: según esas cifras, Jara pierde con Kast por 11 puntos, con Matthei por 12, con Kaiser por 6 y por apenas 1 punto frente a Parisi.
En el gobierno aceptan otra lectura: que ese cuadro no expresa una adhesión ideológica sólida, sino un humor social marcado por inseguridad, desgaste y un electorado obligado cuya reacción nadie logra anticipar.
El oficialismo enfrenta además una aprobación presidencial que se movió entre el 35% (Cadem) y el 23% (CEP) en las últimas semanas.
“El llamado es a que esta jornada electoral sea una fiesta cívica, un ejemplo de unidad, respeto y compromiso con el bien común”, señaló el viernes el ministro del Interior, Álvaro Elizalde. “Con cada voto honramos nuestra historia, fortalecemos nuestra democracia y reafirmamos nuestra confianza en el futuro de Chile”, añadió.
Novedad
La elección también quedó marcada por la irrupción de un sector que nunca antes había tenido este peso en una presidencial. El voto obligatorio incorporó a millones de personas que no participaron en 2021 y que, según los comandos, podían definir la jornada sin seguir patrones previos.
Magdalena Browne, decana de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la UAI, describió a ese segmento sin eufemismos. “Es un electorado poco ideologizado, crítico de la política y con decisiones tomadas en el tramo final”, señaló.
La académica sostuvo que este comportamiento agregó una cuota de incertidumbre que ninguna campaña logró controlar. “Este grupo trae un factor sorpresa”, afirmó. “Se mueve con pragmatismo y reacciona ante ofertas coyunturales más que ante proyectos estables”, añadió.
Browne también planteó que la economía es una variable clave para comprender su sensibilidad electoral.
“En el caso de lo económico, tiene que ver con que, de alguna manera, nos hemos encontrado con un crecimiento más estancado, de cara a una población que está acostumbrada, no sé si la palabra es acostumbrada, pero que hay una expectativa de mayor crecimiento, porque es la forma que también hay una suerte de movilidad”, dijo. El país, de hecho, proyecta un crecimiento cercano al 2,5% este año, con un avance del 3,1% en el último trimestre.
Browne añadió que buena parte de este electorado se ubica “más en los niveles socioeconómicos medios bajos, también con un carácter fuertemente escéptico”, lo que, según ella, refuerza el carácter impredecible de la jornada.

Por su parte, Claudio Fuentes, director del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la UDP, advirtió que la masividad del voto obligatorio elevó aún más la tensión del proceso. “El resultado se vuelve más incierto porque entran electores que no siguen la política y deciden más tarde”, explicó.
Fuentes también recordó un precedente que inquietó a los comandos. “La experiencia de los dos plebiscitos y de las municipales mostró un comportamiento mixto: primero se rechazó una propuesta de izquierda, después una de derecha y en las municipales la derecha tendió a resultar más victoriosa”, señaló.
Para él, ese aumento de participación puede favorecer a un sector: “El hecho de que vote un 83% o 85% del padrón puede beneficiar hoy a la derecha”, afirmó. Y precisó que este impulso no responde a identidades consolidadas: “Tiene que ver con un deseo de alternancia, con expectativas frustradas y con los temas de inseguridad y economía que dominan las preferencias”.
Seguridad, el tema clave
La seguridad terminó por ordenar las prioridades. Desde hace meses había sido la principal preocupación nacional y el punto donde más se tensó la campaña. El aumento de homicidios, las disputas de bandas y la presencia del crimen organizado empujaron a las candidaturas a endurecer sus mensajes. Browne lo sintetizó con una frase directa: “Hoy la seguridad define la agenda”, indicó. “Favorece a quienes proyectan más control”, comentó.

Ese clima obligó a ajustes en todos los comandos. El oficialismo intentó contrarrestar la presión y el equipo de Jara reconoció que debía buscar adhesiones en un electorado nuevo y distante de la política. En La Moneda admitieron que esa franja del padrón arrastraba evaluaciones desfavorables, pero confiaron en que la fragmentación de la derecha podría abrir un margen competitivo para la segunda vuelta.
En la oposición prevaleció otra lectura. Para ellos, el clima de inseguridad, el malestar económico y la baja aprobación del gobierno configuraron una oportunidad concreta. Kast endureció su discurso de orden; Kaiser reforzó su tono de ruptura con la política tradicional; y la centroderecha intentó afirmarse en la experiencia como un punto intermedio entre ambos.
La disputa entre los tres se agudizó en los últimos días, sobre todo en las redes sociales y en actos territoriales, donde cada candidatura buscó mostrarse como la más apta para canalizar el descontento.
“Puedo decirles que (en el oficialismo) no tienen pudor, no tienen vergüenza, porque están dispuestos a todo, literalmente a todo, para mantenerse en el poder”, acusó el republicano José Antonio Kast, quien asoma como el más probable rival de Jeannette Jara en el balotaje del próximo 14 de diciembre.
El país trasandino llega a las urnas con el regreso del voto obligatorio, un padrón casi duplicado y campañas que cerraron bajo tensión. El desenlace dependerá de las millones de personas que votan presidente por primera vez LA NACION
