Otra mancha más a la AFA
Es conocido un dicho popular que sostiene que cuando un hecho es muy reiterado se ejemplifica con la expresión “¡Qué le hace una mancha más al tigre!”. Pues si el fútbol argentino fuera el tigre no tendría más lugar para manchas.
La más reciente se dio en el partido que jugaron los equipos de Barracas Central y Huracán, donde por ser la última fecha de los grupos del campeonato Clausura, estaba en juego la clasificación a los octavos de final y la eventual posibilidad de acceder a los torneos por copas internacionales.
Es sabido que cuando juega el equipo apadrinado por el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio “Chiqui” Tapia, el ocasional rival ya suele descontar que recibirá algún penal o algún fallo arbitral en su contra. Sin embargo, lo que sucedió recientemente en la cancha de Barracas Central fue realmente bochornoso.
Además de cobrar dos supuestos e insólitos penales favorables al equipo del mandamás de la AFA, el árbitro Andrés Gariano, ante los reclamos por parte del director técnico de Huracán, Frank Kudelka, lo amenazó y lo invitó a pelear. “Vamos a hablar y te voy a romper todo”, le dijo en tono intimidante. El hombre destinado a administrar justicia en el campo de juego se transformó de pronto en un simple barrabrava.
Resulta vergonzoso que, el país de la selección campeona del mundo, que acaba de clasificarse con holgura para la disputa de la cita mundial de 2026 en Estados Unidos, México y Canadá, tenga un fútbol doméstico tan devaluado y amañado. Un fútbol de cabotaje con campeonatos integrados por una cantidad inmanejable de equipos, con cambios en las reglas de juego e improvisaciones permanente, con descensos y ascensos de divisiones muy polémicos, con fallos arbitrales escandalosos y con un VAR que, en lugar de dar certezas, solo inspira desconfianza.
Los escándalos no se limitan a la máxima división del fútbol de la AFA, sino que, por el contrario, en las del ascenso, mucho menos visibles en términos mediáticos, se registran con particular asiduidad irregularidades de todo tipo, con manejos turbios para favorecer a los amigos o socios de la conducción.
Tapia ha tenido la enorme fortuna de sentarse en el sillón de la presidencia de la AFA, en el mejor momento de la selección nacional, con la dirección técnica de Lionel Scaloni y el estandarte que representa un astro mundial indiscutido como Lionel Messi.
No obstante, cuando se apagan las luces, cuando los flashes no maquillan su realidad cotidiana, se pueden ver con nitidez, todas las miserias que rodean fronteras adentro al fútbol argentino.
El colmo se dio el último domingo, con un juez transformado en patotero y barrabrava, un ejemplo de lo que no hay que hacer si realmente se quiere desterrar la violencia de las canchas.
Hace mucho tiempo que la AFA, como el tigre, está llena de manchas. Por eso es imprescindible que el escenario cambie para que el fútbol local esté a la altura de sus logros internacionales. Ya no cabe una mancha más, y en algún momento, lamentablemente, Messi se va a retirar.
Es conocido un dicho popular que sostiene que cuando un hecho es muy reiterado se ejemplifica con la expresión “¡Qué le hace una mancha más al tigre!”. Pues si el fútbol argentino fuera el tigre no tendría más lugar para manchas.La más reciente se dio en el partido que jugaron los equipos de Barracas Central y Huracán, donde por ser la última fecha de los grupos del campeonato Clausura, estaba en juego la clasificación a los octavos de final y la eventual posibilidad de acceder a los torneos por copas internacionales.Es sabido que cuando juega el equipo apadrinado por el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio “Chiqui” Tapia, el ocasional rival ya suele descontar que recibirá algún penal o algún fallo arbitral en su contra. Sin embargo, lo que sucedió recientemente en la cancha de Barracas Central fue realmente bochornoso.Además de cobrar dos supuestos e insólitos penales favorables al equipo del mandamás de la AFA, el árbitro Andrés Gariano, ante los reclamos por parte del director técnico de Huracán, Frank Kudelka, lo amenazó y lo invitó a pelear. “Vamos a hablar y te voy a romper todo”, le dijo en tono intimidante. El hombre destinado a administrar justicia en el campo de juego se transformó de pronto en un simple barrabrava.Resulta vergonzoso que, el país de la selección campeona del mundo, que acaba de clasificarse con holgura para la disputa de la cita mundial de 2026 en Estados Unidos, México y Canadá, tenga un fútbol doméstico tan devaluado y amañado. Un fútbol de cabotaje con campeonatos integrados por una cantidad inmanejable de equipos, con cambios en las reglas de juego e improvisaciones permanente, con descensos y ascensos de divisiones muy polémicos, con fallos arbitrales escandalosos y con un VAR que, en lugar de dar certezas, solo inspira desconfianza.Los escándalos no se limitan a la máxima división del fútbol de la AFA, sino que, por el contrario, en las del ascenso, mucho menos visibles en términos mediáticos, se registran con particular asiduidad irregularidades de todo tipo, con manejos turbios para favorecer a los amigos o socios de la conducción.Tapia ha tenido la enorme fortuna de sentarse en el sillón de la presidencia de la AFA, en el mejor momento de la selección nacional, con la dirección técnica de Lionel Scaloni y el estandarte que representa un astro mundial indiscutido como Lionel Messi.No obstante, cuando se apagan las luces, cuando los flashes no maquillan su realidad cotidiana, se pueden ver con nitidez, todas las miserias que rodean fronteras adentro al fútbol argentino.El colmo se dio el último domingo, con un juez transformado en patotero y barrabrava, un ejemplo de lo que no hay que hacer si realmente se quiere desterrar la violencia de las canchas.Hace mucho tiempo que la AFA, como el tigre, está llena de manchas. Por eso es imprescindible que el escenario cambie para que el fútbol local esté a la altura de sus logros internacionales. Ya no cabe una mancha más, y en algún momento, lamentablemente, Messi se va a retirar. LA NACION
