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Diego Maradona Jr, DT: la aventura en el fútbol español, por qué se hizo hincha de River y la inquietante hipótesis sobre la muerte de su papá

El parecido físico impresiona. Los ojos, la barba, los aros, la ri­sa, el tatuaje del Che Guevara. Conversar con Diego Ma­ra­dona Jr. resulta una experiencia movilizante, tanto como es­cu­char su re­lato. El hijo del ídolo argentino es la imagen viva de su pa­dre, quien murió el 25 de noviembre de 2020 para conver­tir­se en leyenda. Alejado de los medios y enfocado ciento por ciento en su incipiente carrera como DT, el mayor de los herederos del 10 es desde hace cinco fechas el entrenador del Unión Depor­tiva Iba­rra, conjunto de la isla de Tenerife que mi­lita en la Ter­ce­ra Fede­ración del fútbol español, una suerte de Torneo Regio­nal Ama­teur del que participan 324 clubes y reparte 27 ascen­sos. Acom­pañado por su abogado, Luis Rey, Diego Jr. acepta la nota con LA NACION a cuatro años de la muerte de su padre, a quien re­cuerda a cada paso. “Es muy lindo decir: ‘Maradona eter­no’. Pero yo levanto el teléfono y no me responde”, aceptará, nostál­gico, sobre el cierre de la charla.

Nacido en Nápoles el 20 de septiembre de 1986, fruto de la relación entre Maradona y la italiana Cristiana Sinagra, Diego Jr. se inició en el fútbol mucho antes de conocer a su papá. Volante o delantero diestro, se formó como jugador en el Napoli y tuvo pasos por el Genoa, la U17 de la Azzurra y más de diez equipos de las Series C y D, además de obtener la medalla de plata en el Mundial de fútbol playa de 2008, en Marsella. Hincha de River por Pablo Aimar, admirador de Pep Guardiola, Maurizio Sarri, Roberto De Zerbi y Luciano Spalletti (campeón con Napoli 33 años después del último scudetto con Maradona), su contratación revolucionó el ascenso español y mar­có un quiebre en la campaña del equipo, que pasó de pelear en los últimos puestos a soñar con la clasificación a los playoffs.

Diego Maradona y Diego Jr., en una imagen de 2020

“Lo primero que hice cuando asumí fue decirles a los jugadores que soy una persona normal, completamente normal, pero con un apellido distinto. Los noté un poco tensos, nerviosos, en­ton­ces les pedí que me juzgaran por lo que soy y no por el apellido que tengo. ‘Chicos, a mí me chupa un h… mi apellido, estoy acá para trabajar, para que al club le vaya bien y para que uste­des puedan mejorar, no vengo por otra cosa”, les expliqué. Ese vi­deo se viralizó y se dijeron algunas cosas que no tenían que ver con la realidad. Yo estoy orgulloso de llamarme Maradona, so­lo quería romper esa barrera con los jugadores y que me vieran como a un entrenador más”, aclara.

–Se te nota feliz.

–Sí, estoy muy contento. Después de algunos años de hacer las cosas bien como entrenador [condujo a las inferiores del San Giorgio y a los primeros equipos del Napoli United, Pompei y Montecalcio], disfruto al máximo esta posibilidad en una insti­tución muy linda y que tiene mucho por crecer. En Italia no me sentí del todo valorado y España me recibió muy bien. La gente me aprecia, me quiere y reconoce el trabajo que vengo hacien­do. Con esto no quiero decir que todo lo que viví fue ma­lo y ahora es todo perfecto, pero estoy feliz, disfrutando de esta isla maravillosa y rodeado de gente respetuosa.

–Quien te llevó a España fue otro italiano, Mirco Capezzoli, que vio jugar a tus equipos y te eligió para dirigir al de él.

–Claro, Mirco es el director deportivo del Ibarra. Él me conocía de Italia, observó varios partidos de mis equipos y le gustó mucho nuestra idea de juego. Cuando el club se quedó sin técnico ense­guida pensó en mí para iniciar este proyecto.

Diego Maradona Jr., entrenador del Unión Depor­tiva Iba­rra, de Tenerife

–¿Cuál es esa idea? ¿Tus equipos juegan con engan­che?

–Yo creo que los esquemas no son importantes. Son estructuras que vos planteás en el saque inicial y luego se desarman, y más en este fútbol dinámico. Lo que sí exijo es que mis equipos ten­gan el coraje de jugar al fútbol. No me gustan los jugadores que la tiran para arriba. No me gustan para nada. En el fútbol hay que ganar, sí, pero si uno juega disfrutando, obtiene mejores re­sul­tados. Igual, no vas a encontrar a un técnico que te diga ‘no me gusta jugar bien’ o ‘me gusta tirarme atrás’. Pero yo siempre quiero ser protagonista.

–¿Coincidías con tu papá en su manera de ver el fútbol?

–Yo tuve una hermosa relación con él, pero el tema que más nos unía era lógicamente el fútbol. Él tenía un pensamiento distinto del mío, pero entiendo que era algo normal, porque él había vivi­do otro fútbol, otra época. Para él, el arquero tenía que atajar y el defensor tenía que defender. Pero más allá de eso, a los dos nos gustaban los equipos ofensivos y el buen trato de pelota.

–¿Qué enseñanzas te dejó?

–A nivel entrenador, ser creíble a los ojos de los jugadores. Diego muchas veces hacía hincapié en eso, en ser un técnico cercano y no mentirle al futbolista.

–¿Y lo aplicás en tus equipos?

–Creo que soy más cercano que él, incluso. Cambia­ron los tiem­pos, las relaciones, y un buen entrenador tiene que actualizarse permanentemente para saber conducir un grupo. Es algo que nos impone la profesión. Yo tenía un téc­nico en la selección ita­liana que no me permitía jugar con el pelo largo; decía que si no me lo cortaba, no me ponía. Hoy, por suerte, es im­pensa­do que sucedan esas cosas.

Diego Maradona Jr., entrenador del Unión Depor­tiva Iba­rra, de Tenerife

–¿Cuál es tu sueño como técnico?

–El mismo que el de mi papá: sentarme en el banco del Napoli. Crecí ahí, me crie ahí, y tengo el deseo de poder dirigirlo. No lo pudo cumplir mi viejo, porque no le dieron la posibilidad, y oja­lá algún día pueda tocarme a mí. Soy un chico joven y aún ten­go mucho camino por recorrer. Pero mi anhelo es ese. Por mí y porque sería una alegría muy grande para mi viejo.

–¿Te gustaría dirigir en la Argentina?

–Soy de mirar bastante el fútbol argentino y sobre todo a River, que es el equipo del que soy hincha. Me gus­taba más antes, pero no deja de ser una de las ligas más importantes del mun­do. Uno nunca sabe lo que puede deparar el destino.

–¿Dirigirías a Boca?

–El equipo que no dirigiría es a la Juventus, ni por todo el dinero del mundo. No me considero un anti Boca. Es más, mucha gen­te cree que soy de River para llevarle la contra a Diego. Y eso es una mentira absoluta. Yo me hice de River por Aimar. Cuando era chico hinchabas por Riquelme o por Aimar, y me enamoré del Payasito, que fue un gran referente para mí. Pero eso no me hace odiar a Boca, para nada. Sería una falta de respeto hacia mi padre y hacia mis hermanos, que son fanáticos del club.

–¿Lo conociste a Aimar?

–Sí, tuve la suerte de visitarlo en su casa a través de un amigo en común. Solo dos personas me impresionaron tanto cuando los vi: uno es mi viejo, una de las primeras veces que lo tuve al lado mío, y el otro es Aimar. No podía creer que estuviera hablando con mi ídolo. Además, es un tipo educado, sencillo, tal cual se lo ve en la tele. Me recibió muy bien y me regaló una camiseta suya del Benfica. No me salían las palabras. De la emoción que tenía casi no podía hablarle.

–Ahora es ayudante de Scaloni. ¿Fuiste a ver a la selección?

–La última vez que fui fue en la Copa América de Estados Uni­dos, en Miami, cuando le ganó 2-0 a Perú con los goles de Lau­taro Martínez. Un calor terrible, pero la pa­sé muy bien. Me gus­taría ir más seguido, pero por distintos motivos no se dio.

–¿Y Messi?

–Messi es un fenómeno. No sabés el aprecio que le tengo, la felicidad que me generó verlo levantar esa Copa América en Brasil, después de todas las críticas que había recibido. Somos un país que pierde mucho tiempo en comparar a mi viejo con Messi, en vez de disfrutar a los dos. Tuvimos a los dos mejores del mundo en el deporte más lindo del mundo. ¿Qué más se pue­de pedir? A Messi lo amo, es mi capitán y le estaré eterna­mente agradecido por todas las alegrías que nos dio y que nos va a seguir dando. Por obvias razo­nes, es normal que tenga pre­dilec­ción por mi papá. Para mí, Diego fue otra cosa, pero Messi también es un genio y lo respeto y admiro muchísi­mo. Me en­cantaría co­nocerlo algún día.

Diego Maradona Jr., en 2001, cuando era una promesa del fútbol y se entrenaba con la selección Sub 17 de Italia

Aprender a vivir con el dolor

La charla con LA NACION se lleva a ca­bo el 25 de noviembre a las 13 horas de Argentina. Según la Fis­calía General de San Isidro, a la misma hora del miércoles 25 de noviembre de 2020 el médico clínico Juan Carlos Pinto constató la muerte de su pa­dre en el barrio San Andrés, Tigre. “Es un día de mierda, te digo la verdad. A mí hace cuatro años me cambió la vida. Las perso­nas perdieron a Maradona, pero yo perdí a mi padre”, lamenta.

–¿Qué genera en vos el aniversario de la muerte de Diego?

–Dolor, eso genera. Muchísimo dolor. Es una fecha fea, muy fea, donde sufro mucho. Yo no acepto que mi viejo se haya ido, me cuesta entender que se fue. Pero al mismo tiempo es un día que me hace dar cuenta de lo inmenso que fue mi viejo. Sentir orgu­llo de él, de lo que generó en millones de maradonianos a lo lar­go de todo el mundo. Es algo que me alivia el corazón. Abro las redes sociales y veo miles de fotos y mensajes recordando a mi papá. Es una caricia al alma.

–Te enteraste de la noticia estando internado por Covid.

–Sí. Me enfermé el 5 de noviembre y caí en tera­pia intensiva. Era la época de la primera vacuna, el peor mo­men­to de la pande­mia. Fue una de las cosas más feas que viví: estar del otro lado del mundo y no poder despedir a mi viejo. Ni en las peores pe­sadillas hubiera imaginado una cosa así. Gracias a Dios tuve el apoyo de mi familia. Tuve a mi lado a mi mamá, a mi señora, a mis hijos. Es una lucha que se da todos los días. Mucha gente dice: ‘Pasa el tiempo y la herida sana’. Pero no. No es verdad. El dolor es siempre igual, no cambia. La tristeza está ahí, con vos, no se va. Hace cuatro años no hablo con mi papá. Hace cuatro años que no le doy un abrazo. Lo extraño y lo necesito conmigo. Se fue muy joven, a los 60 años. Es difícil asumir que no está.

–¿Sabés qué pudo haber pasado esa mañana?

–Yo sé quién mató a mi viejo. Sé bien quiénes lo mataron, pero no voy a decirlo porque hay un juicio que se está tramitando y hay que dejar que la fiscalía trabaje. No me gusta que el juicio se mediatice. Es todo lo que voy a decir.

Diego Jr., Jana, Dieguito Fernando, Giannina y Dalma Maradona

–¿Tus hijos (Diego Matías, de 6 años, e India Nicole, de 5) pre­guntan quién fue su abuelo?

–Sí, por supuesto. Mi viejo vivía cuando ellos nacieron, pero hoy entien­den mucho más, están un poquito más grandes. En vez de can­tar “ho visto Maradona”, cantan: “ho visto nono Diego…”. Mi hijo siempre me pregunta por Diego. Si bien mi papá lo bauti­zó, él lo conoce más por los cuentos que le fuimos contando con mi mujer (Nunzia Pen­ni­no). Los amiguitos del jardín son faná­ticos de Messi y de Cristiano Ronaldo, y él les dice que no, que el mejor de todos fue el abuelo. Y se las pelea a muerte.

–¿Te quedó alguna charla pendiente con él?

–No, nada. Con él hice todo lo que la vida me dejó. Hasta compartí equipo en un Partido por la Paz, en 2016. Guardo muchos recuerdos hermosos. Era difícil sentarme a hablar con él a solas, porque siempre había 40.000 personas alrededor. Pero hemos tenido conversaciones muy lindas, sentados al pie de la cama. Charlas de padre a hijo, en las que hablábamos de todo. Eso fue algo que valoré siempre, porque por muchos años no lo pude tener. Y ahora tampoco volveré a tenerlo.

Diego Maradona Jr., entrenador del Unión Depor­tiva Iba­rra, de Tenerife

–¿En algún momento dejaste de verlo como ídolo?

–No, mi viejo siempre fue mi ídolo. Antes que Aimar estaba él. Lo veía como un superhéroe. Por eso creía que nunca le pasaría nada.

–¿Te ves parecido a él?

–Empecé a asumirlo en el último tiempo. Antes no me veía tan parecido, pero ahora sí.

–¿Sos una persona creyente?

–Muy creyente.

–¿Llegaste a enojarte con Dios?

–A ver… Si digo que no, te estaría mintiendo. Me enojé muchas veces con él, pero Dios es una parte importante de mi vida, y creo que tiene que ser una parte importante en la vida de todos noso­tros. Cuando en el club me dicen: “Bien, Diego, sigamos así’, yo respondo: “con la ayuda de Dios, vamos a seguir así”. Sin la ayuda de Dios, imposible. Y fíjate que las letras centrales de “Dios” forman el número 10…

LA NACION

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