INTERNACIONALES

Entre el reconocimiento de Palestina y la disputa por el relato

Mientras Francia, el Reino Unido y Canadá anuncian su voluntad de reconocer un Estado palestino, la guerra entre Israel y Hamas sigue librándose en Gaza y fisurando a la diplomacia internacional. Aunque el gesto galo, británico y canadiense podría tener efectos simbólicos importantes en el futuro, el presente inmediato muestra un terreno árido, donde la política, la guerra y la narrativa compiten por definir el destino de millones de personas en Medio Oriente. En el fondo –sostiene el periodista de AP Joseph Krauss y coinciden analistas internacionales–, el conflicto que tiene en vilo a buena parte del mundo no sólo se libra con armas: se disputa también en el terreno de la legitimidad.

Durante un reciente encuentro virtual con periodistas cordobeses, organizado por la filial local de la Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina (DAIA) en el Club Macabi Noar, el periodista argentino-israelí Gabriel Ben-Tasgal planteó que lo que está en disputa no es únicamente una porción de territorio ni la suerte política de Benjamin Netanyahu. “Hamas no quiere un Estado palestino: quiere destruir a Israel”, opinó sin medias tinta. En su visión, los anuncios europeos sobre el inminente reconocimiento de Palestina “envalentonan al Movimiento de Resistencia Islámica, fortalecen su estrategia de victimización y desdibujan las verdaderas causas del conflicto” que, enfatizó, “es de raíz religiosa y está impregnado de antisemitismo”.

Ben-Tasgal -autor de 300 preguntas en 300 palabras– afirmó que muchas de las informaciones difundidas por agencias de noticias y medios internacionales carecen de veracidad. Cuestionó las cifras de muertos provistas por el Ministerio de Salud gazatí, controlado por Hamas, y aseguró que existe una “sobreactuación deliberada” de la crisis humanitaria. “Es muy complicado para un periodista occidental comprender qué está pasando en Gaza”, advirtió y completó la idea: “Hay una alianza poderosa entre ciertos gobiernos, medios influyentes y sectores del mundo académico que opera contra Israel”, afirmó. Para él, “informar es también educar, y esa es la función esencial de los comunicadores”.

Gestos y desangre

La lectura que hace Joseph Krauss del conflicto se mueve en un registro distinto del de Ben-Tasgal, aunque complementa el análisis del licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales: el analista de AP advierte que, “mientras los países occidentales hacen gestos diplomáticos, Gaza se desangra en medio de una catástrofe humanitaria sin precedentes”. Y agrega: “La devastación de la Franja, la crisis alimentaria y los desplazamientos masivos ya no son un efecto colateral de la guerra, sino un componente estructural de la estrategia israelí”. Para Krauss, “Netanyahu, quien prometió mantener un control indefinido sobre Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, rechaza cualquier negociación real hacia un Estado palestino”.

En ese sentido, para él, el reconocimiento promovido por potencias europeas puede parecer -como señala el académico Khaled Elgindy- “una respuesta simbólica a atrocidades reales”, pero vacía de efectos inmediatos. Para otros expertos, como Hugh Lovatt, el paso no es menor si se acompaña de medidas prácticas como sanciones, embargos o la suspensión de tratados bilaterales. Pero tal voluntad política, admiten, está ausente.

Al respecto, Ben-Tasgal aporta una mirada polémica y provocadora, que responde al estado de ánimo predominante en una parte significativa de la sociedad israelí. Según su análisis, hoy el 58% de los israelíes apoya continuar con la guerra hasta aniquilar completamente a Hamas. “Creen que, si no se lo destruye, el 7 de octubre (de 2023) podría repetirse en cualquier momento”, sostuvo. Aunque no oculta su repudio al accionar del grupo islamista, también apunta contra el liderazgo político de Netanyahu, a quien responsabiliza por no haber evitado el ataque hace 22 meses y considera que -por ese motivo- debió haber renunciado inmediatamente.

Reconocimiento y rechazo

Frente a las acusaciones de genocidio y hambruna, Ben-Tasgal respondió con escepticismo. Reconoció una crisis humanitaria, pero rechazó que la escasez de alimentos sea un hecho estructural. “Están refritando un mito antisemita medieval”, afirmó, en referencia al uso de imágenes manipuladas para mostrar supuestas víctimas del hambre. De hecho, adelantó que Netanyahu demandará al New York Times por una fotografía en tapa que, según dijo, “corresponde a un niño con problemas genéticos y no a una víctima de la hambruna que se denuncia”.

La visión de Ben-Tasgal también se proyecta hacia el futuro: vaticino que Israel no se quedará en Gaza, pero continuará con incursiones periódicas para desmantelar lo que quede del aparato militar de Hamas. En paralelo, seguirá expandiendo asentamientos en Cisjordania y reafirmando la negativa a aceptar un Estado palestino. Desde su perspectiva, probablemente la solución no será diplomática, sino militar.

En contraste, Krauss resalta que si bien el gobierno israelí dice que su objetivo es neutralizar a Hamas, sus políticas parecen apuntar más bien a garantizar una dominación territorial irreversible. Recordó que en Gaza, Israel ya destruyó buena parte de la infraestructura civil, forzó el desplazamiento de centenares de miles de personas y avanza con planes para reducir sustancialmente la población a través de la reubicación forzosa en otros países.

En medio de este escenario complejo, la Autoridad Palestina quedó atrapada. Mahmoud Abbas, debilitado y profundamente impopular, según Krauss, hizo concesiones -como suspender los pagos a familias de mártires- sin obtener ningún gesto de reciprocidad. Algunos analistas acusan a la dirigencia palestina de corrupción o inoperancia, pero otros advierten que esa crítica se utiliza para desviar la atención de las responsabilidades israelíes.

Ben-Tasgal, por su parte, dijo que muchos funcionarios de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (Unrwa, por su sigla en inglés) colaboran con Hamas y que la asistencia humanitaria ha sido desviada para fortalecer su capacidad militar. En este sentido, sostuvo que parte del poder descomunal que adquirió el grupo islamista se debe a su infiltración en estructuras supuestamente neutrales.

Sobre el impacto del reconocimiento de un Estado palestino por parte de potencias como Francia o Gran Bretaña, Ben-Tasgal fue tajante: “Genera un incentivo para que Hamas continúe con su estrategia de victimización, y debilita la imagen de Israel ante el mundo”. Finalmente, señaló que los mensajes que circulan “sin filtro” en redes sociales y medios internacionales pueden ser percibidos como agravios al pueblo judío en su conjunto, y no sólo al Gobierno israelí.

​Mientras Francia, el Reino Unido y Canadá anuncian su voluntad de reconocer un Estado palestino, la guerra entre Israel y Hamas sigue librándose en Gaza y fisurando a la diplomacia internacional. Aunque el gesto galo, británico y canadiense podría tener efectos simbólicos importantes en el futuro, el presente inmediato muestra un terreno árido, donde la política, la guerra y la narrativa compiten por definir el destino de millones de personas en Medio Oriente. En el fondo –sostiene el periodista de AP Joseph Krauss y coinciden analistas internacionales–, el conflicto que tiene en vilo a buena parte del mundo no sólo se libra con armas: se disputa también en el terreno de la legitimidad.Durante un reciente encuentro virtual con periodistas cordobeses, organizado por la filial local de la Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina (DAIA) en el Club Macabi Noar, el periodista argentino-israelí Gabriel Ben-Tasgal planteó que lo que está en disputa no es únicamente una porción de territorio ni la suerte política de Benjamin Netanyahu. “Hamas no quiere un Estado palestino: quiere destruir a Israel”, opinó sin medias tinta. En su visión, los anuncios europeos sobre el inminente reconocimiento de Palestina “envalentonan al Movimiento de Resistencia Islámica, fortalecen su estrategia de victimización y desdibujan las verdaderas causas del conflicto” que, enfatizó, “es de raíz religiosa y está impregnado de antisemitismo”.Ben-Tasgal -autor de 300 preguntas en 300 palabras- afirmó que muchas de las informaciones difundidas por agencias de noticias y medios internacionales carecen de veracidad. Cuestionó las cifras de muertos provistas por el Ministerio de Salud gazatí, controlado por Hamas, y aseguró que existe una “sobreactuación deliberada” de la crisis humanitaria. “Es muy complicado para un periodista occidental comprender qué está pasando en Gaza”, advirtió y completó la idea: “Hay una alianza poderosa entre ciertos gobiernos, medios influyentes y sectores del mundo académico que opera contra Israel”, afirmó. Para él, “informar es también educar, y esa es la función esencial de los comunicadores”.Gestos y desangreLa lectura que hace Joseph Krauss del conflicto se mueve en un registro distinto del de Ben-Tasgal, aunque complementa el análisis del licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales: el analista de AP advierte que, “mientras los países occidentales hacen gestos diplomáticos, Gaza se desangra en medio de una catástrofe humanitaria sin precedentes”. Y agrega: “La devastación de la Franja, la crisis alimentaria y los desplazamientos masivos ya no son un efecto colateral de la guerra, sino un componente estructural de la estrategia israelí”. Para Krauss, “Netanyahu, quien prometió mantener un control indefinido sobre Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, rechaza cualquier negociación real hacia un Estado palestino”.En ese sentido, para él, el reconocimiento promovido por potencias europeas puede parecer -como señala el académico Khaled Elgindy- “una respuesta simbólica a atrocidades reales”, pero vacía de efectos inmediatos. Para otros expertos, como Hugh Lovatt, el paso no es menor si se acompaña de medidas prácticas como sanciones, embargos o la suspensión de tratados bilaterales. Pero tal voluntad política, admiten, está ausente.Al respecto, Ben-Tasgal aporta una mirada polémica y provocadora, que responde al estado de ánimo predominante en una parte significativa de la sociedad israelí. Según su análisis, hoy el 58% de los israelíes apoya continuar con la guerra hasta aniquilar completamente a Hamas. “Creen que, si no se lo destruye, el 7 de octubre (de 2023) podría repetirse en cualquier momento”, sostuvo. Aunque no oculta su repudio al accionar del grupo islamista, también apunta contra el liderazgo político de Netanyahu, a quien responsabiliza por no haber evitado el ataque hace 22 meses y considera que -por ese motivo- debió haber renunciado inmediatamente.Reconocimiento y rechazoFrente a las acusaciones de genocidio y hambruna, Ben-Tasgal respondió con escepticismo. Reconoció una crisis humanitaria, pero rechazó que la escasez de alimentos sea un hecho estructural. “Están refritando un mito antisemita medieval”, afirmó, en referencia al uso de imágenes manipuladas para mostrar supuestas víctimas del hambre. De hecho, adelantó que Netanyahu demandará al New York Times por una fotografía en tapa que, según dijo, “corresponde a un niño con problemas genéticos y no a una víctima de la hambruna que se denuncia”.La visión de Ben-Tasgal también se proyecta hacia el futuro: vaticino que Israel no se quedará en Gaza, pero continuará con incursiones periódicas para desmantelar lo que quede del aparato militar de Hamas. En paralelo, seguirá expandiendo asentamientos en Cisjordania y reafirmando la negativa a aceptar un Estado palestino. Desde su perspectiva, probablemente la solución no será diplomática, sino militar.En contraste, Krauss resalta que si bien el gobierno israelí dice que su objetivo es neutralizar a Hamas, sus políticas parecen apuntar más bien a garantizar una dominación territorial irreversible. Recordó que en Gaza, Israel ya destruyó buena parte de la infraestructura civil, forzó el desplazamiento de centenares de miles de personas y avanza con planes para reducir sustancialmente la población a través de la reubicación forzosa en otros países.En medio de este escenario complejo, la Autoridad Palestina quedó atrapada. Mahmoud Abbas, debilitado y profundamente impopular, según Krauss, hizo concesiones -como suspender los pagos a familias de mártires- sin obtener ningún gesto de reciprocidad. Algunos analistas acusan a la dirigencia palestina de corrupción o inoperancia, pero otros advierten que esa crítica se utiliza para desviar la atención de las responsabilidades israelíes.Ben-Tasgal, por su parte, dijo que muchos funcionarios de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (Unrwa, por su sigla en inglés) colaboran con Hamas y que la asistencia humanitaria ha sido desviada para fortalecer su capacidad militar. En este sentido, sostuvo que parte del poder descomunal que adquirió el grupo islamista se debe a su infiltración en estructuras supuestamente neutrales.Sobre el impacto del reconocimiento de un Estado palestino por parte de potencias como Francia o Gran Bretaña, Ben-Tasgal fue tajante: “Genera un incentivo para que Hamas continúe con su estrategia de victimización, y debilita la imagen de Israel ante el mundo”. Finalmente, señaló que los mensajes que circulan “sin filtro” en redes sociales y medios internacionales pueden ser percibidos como agravios al pueblo judío en su conjunto, y no sólo al Gobierno israelí.  La Voz