Los abusos sexuales fueron usados como armas por Hamas, según una especialista en Centros de Crisis
“La violación fue usada como un arma de guerra por Hamas”, dice Hila Neubach, la abogada principal de la Asociación de Centros de Crisis por Violación Sexual en Israel (ARCCl, por sus siglas en inglés), una organización que no depende del Estado de Israel y que asiste en todo el país a víctimas de abuso sexual.
Con sus palabras, el ataque del 7 de octubre de 2023 vuelve al presente en la sala del Centro Shimon Peres para la Paz y la Innovación, situado a menos de 100 metros del mar Mediterráneo, en Tel Aviv, donde un grupo de periodistas argentinos fuimos invitados por la Cancillería de Israel.
Neubach afirma que pocos días después de la irrupción de Hamas en territorio israelí, cuando fueron asesinadas unas 1.200 personas y otras 250 fueron secuestradas y llevadas a la fuerza a la Franja de Gaza, su organización empezó a tener indicios de que varios rehenes habían sido abusados sexualmente.
Un informe contundente
Ya el 11 de octubre de 2023, cuatro días después de los ataques, ARCCI solicitó a la Cruz Roja Internacional la liberación de los rehenes con el argumento de que eran sometidos a todo tipo de vejaciones.
No obstante, recién en febrero de 2024, cuando presentaron sus primer informe sobre el tema obtuvieron respuesta de la ONU y cierta repercusión mediática.
En ese informe, titulado “Delitos de violencia sexual ocurridos el 7 de octubre”, se sostiene que el ataque de Hamas incluyó “agresiones sexuales brutales llevadas a cabo de manera sistemática y deliberada contra civiles israelíes”.
La abogada de ARCCI explica que en las diferentes zonas del ataque, distantes entre sí, se produjeron acciones con patrones similares. Las describe como “prácticas sádicas, con daños en los genitales”, durante las cuales ataron y mutilaron a las víctimas que habían secuestrado, fueran hombres o mujeres. También, se dieron casos de violaciones grupales para aumentar la humillación de la persona sometida.
El objetivo, según Neubach, era utilizar el daño sexual como otra vía para ofender y destruir a quienes los terroristas consideran enemigos, personas que para ellos, probablemente, conjetura la abogada, ni siquiera alcanzan la categoría de seres humanos.
“No fueron incidentes aislados sino planificados”, insiste, con una metodología que revela su utilización como arma de guerra.
No le consta que los niños pequeños hayan sido abusados, pero sí adolescentes y soldados jóvenes, chicas de 19 o veinte años, que estaban cumpliendo con su servicio militar.
En segundo plano
A casi dos años de aquellos ataques, en un momento en que la guerra se ha transformado en una especie de mala costumbre y todos los días se difunden imágenes de destrucción de edificios y de víctimas militares y civiles en la Franja de Gaza, es comprensible que la cuestión de las agresiones sexuales pase a un segundo plano y quede archivada bajo el alud de noticias.
No obstante, Neubach desearía expresiones de repudio más firmes de parte de las organizaciones internacionales y de los colectivos feministas. Pero supone que llegarán con el tiempo. “Mientras haya rehenes, seguimos en el 7 de octubre”, dice y cree que recién cuando vuelvan, empezarán a recuperarse y a profundizar en el tema de los abusos.
Otro factor decisivo es el silencio de las víctimas. Muchas fueron asesinadas y otras no hablaron aún. Como sucedió durante el Holocausto, compara, las revelaciones sobre agresiones sexuales sistemáticas demoraron décadas en aparecer. Si bien los tiempos han cambiado y hay mayor sensibilidad ante este tipo de ataques, en especial cuando provienen de enemigos, no todas las personas afectadas están en condiciones de revivir su sufrimiento y compartirlo públicamente.
Tampoco el objetivo principal es que las víctimas hablen sino que recuperan la sensación de que controlan sus vidas. Si en algo se parecen el cautiverio y el abuso sexual, afirma Neubach, es en que la víctima pierde el dominio sobre acciones tan básicas, como decidir a qué hora uno come, cuando habla o cuando se lava.
Un efecto colateral de los ataques del 7 de octubre es que las evacuaciones y los traslados a familias a lugares lejanos a sus domicilios son propicios para que ocurran abusos, sobre todo a niños que quedan desprotegidos porque sus padres están ocupados tratando de rehacer sus vidas.
Ya sea en la Franja de Gaza o en Israel, “la violencia sexual es ilegítima en todas partes”, subraya Neubach.
*Enviado especial a Israel.
“La violación fue usada como un arma de guerra por Hamas”, dice Hila Neubach, la abogada principal de la Asociación de Centros de Crisis por Violación Sexual en Israel (ARCCl, por sus siglas en inglés), una organización que no depende del Estado de Israel y que asiste en todo el país a víctimas de abuso sexual. Con sus palabras, el ataque del 7 de octubre de 2023 vuelve al presente en la sala del Centro Shimon Peres para la Paz y la Innovación, situado a menos de 100 metros del mar Mediterráneo, en Tel Aviv, donde un grupo de periodistas argentinos fuimos invitados por la Cancillería de Israel.Neubach afirma que pocos días después de la irrupción de Hamas en territorio israelí, cuando fueron asesinadas unas 1.200 personas y otras 250 fueron secuestradas y llevadas a la fuerza a la Franja de Gaza, su organización empezó a tener indicios de que varios rehenes habían sido abusados sexualmente.Un informe contundenteYa el 11 de octubre de 2023, cuatro días después de los ataques, ARCCI solicitó a la Cruz Roja Internacional la liberación de los rehenes con el argumento de que eran sometidos a todo tipo de vejaciones. No obstante, recién en febrero de 2024, cuando presentaron sus primer informe sobre el tema obtuvieron respuesta de la ONU y cierta repercusión mediática.En ese informe, titulado “Delitos de violencia sexual ocurridos el 7 de octubre”, se sostiene que el ataque de Hamas incluyó “agresiones sexuales brutales llevadas a cabo de manera sistemática y deliberada contra civiles israelíes”.La abogada de ARCCI explica que en las diferentes zonas del ataque, distantes entre sí, se produjeron acciones con patrones similares. Las describe como “prácticas sádicas, con daños en los genitales”, durante las cuales ataron y mutilaron a las víctimas que habían secuestrado, fueran hombres o mujeres. También, se dieron casos de violaciones grupales para aumentar la humillación de la persona sometida.El objetivo, según Neubach, era utilizar el daño sexual como otra vía para ofender y destruir a quienes los terroristas consideran enemigos, personas que para ellos, probablemente, conjetura la abogada, ni siquiera alcanzan la categoría de seres humanos. “No fueron incidentes aislados sino planificados”, insiste, con una metodología que revela su utilización como arma de guerra. No le consta que los niños pequeños hayan sido abusados, pero sí adolescentes y soldados jóvenes, chicas de 19 o veinte años, que estaban cumpliendo con su servicio militar. En segundo planoA casi dos años de aquellos ataques, en un momento en que la guerra se ha transformado en una especie de mala costumbre y todos los días se difunden imágenes de destrucción de edificios y de víctimas militares y civiles en la Franja de Gaza, es comprensible que la cuestión de las agresiones sexuales pase a un segundo plano y quede archivada bajo el alud de noticias. No obstante, Neubach desearía expresiones de repudio más firmes de parte de las organizaciones internacionales y de los colectivos feministas. Pero supone que llegarán con el tiempo. “Mientras haya rehenes, seguimos en el 7 de octubre”, dice y cree que recién cuando vuelvan, empezarán a recuperarse y a profundizar en el tema de los abusos. Otro factor decisivo es el silencio de las víctimas. Muchas fueron asesinadas y otras no hablaron aún. Como sucedió durante el Holocausto, compara, las revelaciones sobre agresiones sexuales sistemáticas demoraron décadas en aparecer. Si bien los tiempos han cambiado y hay mayor sensibilidad ante este tipo de ataques, en especial cuando provienen de enemigos, no todas las personas afectadas están en condiciones de revivir su sufrimiento y compartirlo públicamente. Tampoco el objetivo principal es que las víctimas hablen sino que recuperan la sensación de que controlan sus vidas. Si en algo se parecen el cautiverio y el abuso sexual, afirma Neubach, es en que la víctima pierde el dominio sobre acciones tan básicas, como decidir a qué hora uno come, cuando habla o cuando se lava. Un efecto colateral de los ataques del 7 de octubre es que las evacuaciones y los traslados a familias a lugares lejanos a sus domicilios son propicios para que ocurran abusos, sobre todo a niños que quedan desprotegidos porque sus padres están ocupados tratando de rehacer sus vidas. Ya sea en la Franja de Gaza o en Israel, “la violencia sexual es ilegítima en todas partes”, subraya Neubach.*Enviado especial a Israel. La Voz