Mercedes Funes. “Me interesa el feminismo en red, que no divida en blanco y negro”
La periodista Mercedes Funes ahora sí se siente escritora: publicó Adentro (Planeta), su primera ficción. Politóloga y periodista, fue redactora y editora del diario la nacion, entre otros medios. En 2015 integró el grupo de organizadoras de la primera marcha de #NiUnaMenos, el movimiento que visibilizó de modo contundente la violencia de género en la Argentina. Cuatro años después publicó Feminista en falta: conversaciones, relatos y preguntas de una revolución en marcha (2019). Y en coautoría con Sonsoles Rey, en 2024 editó De nuevo sale el sol, un libro periodístico.
A través de un monólogo interno que se entrelaza con recuerdos, canciones y lecturas, Funes explora los límites entre cordura y locura, vida privada y vida pública, maternidad, deseos, vulnerabilidades.
En esta conversación, la escritora habla sobre el origen del libro, la importancia de los talleres de escritura –a los que asiste y que también da–, la influencia de la pandemia en la salud mental, el lugar de la mujer frente al estigma de la “locura”, y las marcas generacionales que dejó Malvinas.
–¿Cómo llegaste a esta primera ficción?
–Fueron años de darle vueltas. Empecé a trabajar el germen de la idea en un taller con Santiago Llach, antes de publicar Feminista en falta en 2019. Los talleres tienen esa virtud: te obligan a producir, a llegar con algo escrito. Ahí empecé a jugar con una pregunta que me rondaba siempre: ¿qué pasa si una se vuelve loca? ¿No estaré loca yo? Lo que yo conozco bien es esa “locura funcional”, de seguir adelante con agujeros, con angustia existencial.
–¿Fue un trabajo catártico?
–Más bien fue un juego. Para mí, la línea entre ficción y no ficción es finísima. La ficción es tirar del hilo de la realidad. Escribir también es vengarse, darles la vuelta a las cosas, contar de otra manera. Isabel es periodista, como yo; tiene un hijo varón, como yo. Incluso nací en los mismos años que ella. Era más fácil escribir desde ahí que inventar una narradora de otro tiempo, otro género o edad. Y esa pregunta de ¿estaré loca? también es mía, me toca. Es una pregunta que he tenido en conversaciones con amigos, que en mi vida fue recurrente por mucho tiempo.
–¿Te da la sensación de que en nuestra sociedad la “loca” suele ser la mujer, el “te volviste loca”, como agresión?
–Sí. A los hombres también se les dice locos, pero muchas veces se los premia: el loco lindo, el genio. En cambio, la mujer “loca” suele ser alguien a quien se busca desacreditar. Muchas mujeres muy fuertes hacia afuera conviven con una subvida: la percepción de su cuerpo, los límites de hasta dónde pueden llegar. Me interesa esa vulnerabilidad. Siri Hustvedt, por ejemplo, en La mujer temblorosa, cuenta cómo sus migrañas la llevaron al borde de la locura. Esa mezcla de fuerza y fragilidad me interpela.
–¿Creés que la pandemia reforzó el tema de la salud mental?
–Totalmente. Yo ya venía trabajando en esto, pero la pandemia lo puso en primer plano. Mucha gente explotó a nivel salud mental. La ansiedad, la crispación en redes, las estadísticas actuales hablan de un problema enorme. En la Argentina, además, convivimos con una automedicación blanqueada: el “tomate un clonazepam” es moneda corriente, algo que se comparte entre amigos o en la familia. Es un país muy psicoanalizado, pero también muy medicado. Todo eso encendió mi chispa periodística: este tema importa. Me pareció fundamental volver al manuscrito y pensar que la novela no solo tenía sentido para mí, sino que dialogaba con una conversación social mucho más amplia.
–¿Cómo empezaste a trabajar el “adentro”, que puede ser el neuropsiquiátrico y también el interior de Isabel?
– El “adentro” es más la cabeza de Isabel que el neuropsiquiátrico. Quise narrar el monólogo interno, los pensamientos intrusivos, lo incorrecto que uno mismo se dice. Para mí era importante sostener esa voz verdadera, aunque incomode. El afuera, en cambio, aparece como mucho más hostil que la clínica, que termina siendo un espacio de cuidado, aunque ficticio. Esa tensión me parecía potente: ni tan loco el adentro, ni tan sano el afuera.
–La novela también muestra la pulsión de vida y de muerte en Isabel.
–Sí, están siempre en juego. Ella se ríe, incluso en sus peores momentos, y también se aferra al periodismo: dentro del psiquiátrico arma una redacción. Esa pasión me resultaba divertida y a la vez nostálgica. Habla de la mística perdida en el oficio, de cómo cambió el periodismo desde que empezamos hasta hoy. Armar una redacción en un psiquiátrico es una manera de recuperar esa épica.
–Hablemos de la maternidad: Isabel teme no poder cuidar a su hijo, y al mismo tiempo carga con el vínculo con su madre, la “Reina Madre”: ¿cómo trabajaste esas relaciones?
–Son espejos. Isabel se mide en esa madre todo el tiempo, con bronca y con piedad a la vez. Ella reclama la mirada que no tuvo, quiere ser querida a cualquier precio. Al final llega a comprender que hubo un deseo de cuidado, aunque mal puesto. Yo también tuve una relación conflictiva con mi madre, que murió en 2021. La extraño un montón. Creo que su generación hizo lo que pudo en un mundo que no les daba herramientas: trabajaban, criaban solas, firmaban con el apellido del marido. Isabel le reclama mucho a su madre y, sin embargo, adora a un padre ausente. Eso también me interesa mostrar: las contradicciones.
–¿Cómo fue tu experiencia como madre y trabajadora?
–Yo crié en red. Sin mi mamá no hubiera hecho carrera. Cuando empecé a trabajar, una compañera me dijo: “No digas nunca que no porque tenés un hijo. No pongas la foto de tu hijo de fondo de pantalla”. Era así: la maternidad debía invisibilizarse. Yo tuve la suerte de apoyarme en mi vieja y en mi pareja de entonces. Hoy las crianzas son en red, pero con nuevas demandas. Isabel también piensa en quién puede cuidar de su hijo si no es ella. Esa conciencia está muy presente.
–En la novela también aparece Malvinas: ¿por qué decidiste sumarlo?
–Es generacional. Yo tenía 5 años, y mi hermano fue convocado a la colimba. Malvinas, la salida de la dictadura, la llegada de la democracia: son marcas inescindibles para quienes crecimos ahí. Isabel mira la guerra desde la infancia, y esa mirada me interesaba rescatar. Supongo que, así como nosotros escribimos sobre Malvinas, los chicos que crecieron en pandemia escribirán sobre esa experiencia.
–Esta es una novela feminista. Vos sos una de las organizadoras del primer Ni Una Menos: ¿Creés que eso impacta en tu novela, en tu protagonista?
–Para mí es imposible imaginar cualquier escenario sin una mirada feminista. Pero hablo de un feminismo de la honestidad, no de manual. Si planteamos un deber ser rígido, se rompe. Yo prefiero asumir contradicciones, debatir, entender que el otro puede tener otra postura. Me interesa un feminismo en red, que no divida el mundo en blanco y negro.
–La protagonista es vulnerable y lo muestra, por ejemplo, en la relación con su cuerpo. Es un tema que fuimos revisando como sociedad: ¿Qué te interesa mostrar de ella en ese aspecto?
–Sí, lo revisamos. Y por eso me parece importante ser honesto. Lo revisamos, pero no cambia solo porque yo diga: “No se opina de cuerpos ajenos”. ¿Qué querés que te diga? Si la peor opinión que escucho sobre mi cuerpo me la digo yo, finalmente la del otro es liviana. Porque tenemos una bajada de línea: la madre de Isabel baja esa línea. Eso nos pasó a nuestra generación. Yo quiero ver cómo va a ser el experimento de las chicas criadas por nosotras. Igual sigue habiendo miles de problemas, porque aunque tengamos la mejor intención de criar de otra manera, todavía tenemos un chip que dice que nos van a querer más si somos flacas.
Y no es solo un chip: es una realidad. Estudios recientes –de The Economist, por ejemplo– muestran que para una mujer bajar 5 kilos es equivalente, en términos de sueldo, a tener un posgrado. Es decir: bajar 5 kilos le aumenta el salario tanto como un posgrado. Entonces, la locura de Isabel, que vomita, que se flagela… ¿es locura o es vivir en un sistema que la obliga a eso? Esas son las preguntas que me hago. Esas contradicciones son las que, a mí, como feminista, me siguen interesando.
La periodista acaba de publicar su primera novela, Adentro (Planeta), en la que aborda los actuales límites entre cordura y locura, maternidad y vida pública LA NACION