“Más allá de lo legal”: una provincia distribuye 100.000 árboles autóctonos para sus productores
CÓRDOBA.- Cien mil árboles autóctonos es la meta de distribución para este año del programa Gen Nativo del Ministerio de Bioagroindustria de Córdoba que busca garantizar una oferta estable de árboles y arbustos autóctonos. La red que trabaja con ese fin está integrada por cinco laboratorios que producen especies nativas para reforestar predios rurales, municipios y establecimientos escolares.
El programa se creó a partir de la ley provincial Agroforestal 10.467, sancionada en 2017 y reglamentada en 2018. Con esa norma Córdoba se convirtió en la primera provincia argentina en establecer un piso ambiental obligatorio para los establecimientos agropecuarios. La ley sostiene que cada productor debe destinar entre dos y cinco por ciento de la superficie de su lote a la forestación, según la región y la cobertura arbórea preexistente.
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El impacto ambiental “va más allá del cumplimiento legal”, sostienen desde el Ministerio ya que las plantaciones con especies nativas contribuyen a la restauración de agroecosistemas y la generación de otros servicios ambientales como la regulación hídrica, la atracción de polinizadores, la recuperación de suelos degradados y creación de corredores biológicos.
Los productores que se integran a la Red de Ensayos Forestales para Restauración de Agroecosistemas, reciben asesoramiento sobre diseño y especies adecuadas, y pueden acceder hasta 900 árboles por campaña. En conjunto, el programa ya produjo cerca de 300.000 ejemplares y se propone distribuir 100.000 árboles este año, el doble que en 2024.
Las instalaciones de Gen Nativo están en las localidades de Corralito, San Francisco, Laboulaye, Coronel Moldes y Despeñaderos y tienen capacidad para generar entre 10.000 y 30.000 plantas mensuales.
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Luisina Battistón, bióloga y jefa del Área Agroforestal de la Secretaría de Agricultura y Recursos Naturales, plantea que lo que se busca con la tarea es “asegurar una oferta constante de ejemplares, reduciendo los costos para los productores y acercando los viveros a sus zonas. Además de cumplir con la Ley Agroforestal, se restauran agroecosistemas y se generan servicios ambientales”.
La temporada principal de cultivo va de septiembre a diciembre, aunque también recomiendan plantar en febrero, marzo y abril. “Como la demanda superó la oferta, ya estamos inscribiendo para el próximo ciclo”, indica. La iniciativa provincial apunta a mantener una producción estable durante todo el año bajo condiciones ambientales controladas, algo más difícil de conseguir con métodos tradicionales de vivero.

Marcos Blanda, secretario de Agricultura, sostiene que la decisión fue “asumir la responsabilidad de cuidar y generar recursos naturales con una mirada integral y sostenible”. En esa línea insistió en que el programa apunta a “promover una relación más armónica entre producción y ambiente”.
Cómo se trabaja
Las variedades que se siembran en los viveros incluyen chañar, diversas variedades de algarrobo, sen de campo, manzano de campo, espinillo, tusca, espinillo negro, cina cina, moradillo, y aguaribay.
María José Asili, técnica del programa, advierte que la producción de estas especies nativas a gran escala presenta desafíos, como por ejemplo el cultivo con semillas con baja germinación, períodos de latencia prolongados o cubiertas duras que dificultan la absorción de agua. Es por eso las instalaciones funcionan “más como laboratorios que como viveros tradicionales”.
Las semillas provienen del Movimiento Campesino y del Banco Nacional de Germoplasma de Prosopis. Luego de un análisis de calidad, le asignan un código que indica su zona de procedencia, para devolver los ejemplares a su ecorregión de origen. El proceso comienza con tratamientos pregerminativos específicos para cada una de las más de 25 especies que maneja el programa. La cámara de germinación funciona con temperaturas controladas, manejadas entre 22 y 30 grados y también se controla el fotoperiodo de las plantas y su humedad.
David Agüero, ingeniero agrónomo y responsable técnico de Gen Nativo, detalla que las semillas se siembran en bandejas de 30 a 35 alvéolos o compartimentos sobre un sustrato compuesto por 60% de vermiculita (mineral natural) y 40% de perlita (roca volcánica), materiales que retienen la humedad de manera óptima.
Una vez que los plantines alcanzan entre 5 y 10 centímetros comienza la segunda etapa del proceso, con el traslado al invernadero donde se realiza el repique (trasplante). Los ejemplares son llevados del sustrato artificial a bandejas individuales donde permanecen entre uno y seis meses.
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El invernadero puede albergar 10.000 ejemplares, mientras que los macrotúneles y las canchas exteriores suman una capacidad de 40.000 más. El programa funciona en red con instituciones que se encargan de las etapas más intensivas en mano de obra, como el Servicio Penitenciario del Ministerio de Justicia, escuelas agrotécnicas (IPEA) y municipios.

La etapa final es la rustificación o aclimatación al exterior, donde las plantas pasan entre seis meses y un año adaptándose gradualmente a las condiciones ambientales naturales bajo media sombra y con riego asistido.
Gen Nativo trabaja junto al Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV), dependiente del Conicet, y la Universidad Nacional de Córdoba para evaluar tratamientos pregerminativos y estudiar la adaptación de las especies a diferentes condiciones de campo. Los resultados de las especies recomendadas por zona están disponibles en Mapas Córdoba, la plataforma de Idecor, donde los productores pueden consultar datos relevantes, como tasas de supervivencia y crecimiento, y descargar cartillas técnicas y materiales de germinación.
Se trata de un programa en Córdoba que surgió por una ley provincial y ya entregó 300.000 ejemplares; obliga a destinar parte de la tierra a forestación autóctona LA NACION
